El Atlético gestionó bien las victorias con su dieta del partido a partido, esa teoría del Cholo convertida en religión de no levantar la vista. Les toca gestionar ahora al técnico y al equipo la derrota, dos consecutivas ya, medirse en esa amenaza cierta de depresión anímica y futbolística que generan los resultados negativos en cadena. Levantarse cosido precisamente al lema innegociable, seguir con el partido a partido. No mirar más allá de la cita siguiente ganes o pierdas.
Pero eso no significa renunciar a los análisis de lo sucedido y a las broncas. Ni el entrenador ni ninguno de los jugadores puede salir de dos derrotas consecutivas, la última ante un adversario al que aventaja en cien millones de euros en el presupuesto, como si no pasara nada. Si el Atlético pierde, y además dos veces, pasa y mucho; se desata una crisis. Así viven los equipos grandes y aspirantes a todo. Y el Atlético se ha ganado ser considerado así. La situación debe herir y doler. A los protagonistas les tiene que costar dormir, aunque como motor para incorporarse y prohibirse reincidencias.
La tentación victimista es el mayor riesgo a la vista. Más allá de que sean o no evidentes los errores arbitrales y la indiferencia ante la persecución ambiental y terrenal a Diego Costa, al Atlético no le conviene debilitarse con esos pensamientos. Nunca le fue bien con ese discurso. Por ahí estuvo mejor el Cholo en su conferencia de prensa (aunque estuvo borde con ciertas preguntas de cajón) que los jugadores, a los que sí se les fue la boca con los lamentos por el silbato. Llorar empequeñece. Mejor hablar de carácter que de penaltis.
Tampoco sería inteligente reducir el análisis de lo sucedido a los errores imperdonables de Aranzubia, por más que el portero se haya ganado no volver a vestir la rojiblanca. Courtois es imprescindible, más o menos se sabía. Como escuece demasiado la ausencia de Filipe y ayer incluso la de Koke. Pero el Atlético está haciendo alguna cosa peor que le distancia de su mejor y no tan lejana versión. Van dos partidos en los que pierde en intensidad, atención y seguridad defensiva, sus características capitales. Y eso no es disculpable.
No son igualmente justificables la falta de ideas y juego. Y eso que el bajón se produce justo cuando llega Diego, precisamente el futbolista que garantiza las dosis de fútbol que le faltaban al equipo. Y más allá de establecer ficticias conexiones, sorprende que el entrenador sea al primer jugador que le haya perdido la fe en los dos resultados adversos. Por más que insista Simeone, el Atlético se queda peor cuando se va el brasileño. Ayer sucedió de nuevo.
En todo caso, ahora que los agoreros sonríen a la voz del ‘te lo dije’ (después de errar el pronóstico durante seis meses), el Atlético y el Cholo se prueban de verdad. Siguen los puntos agarrados y tiene vigencia el plan. No es cosa de ponerse a dudar o lamentarse. Toca más bien recordar, insistir y levantar la cabeza. Ése es el examen del Cholo. El momento es delicado.
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