En 1975, en un artículo publicado en la Official Collegiate Basketball Guide, el periodista Ed Chay utilizaba por primera vez el término 'Final Four'. El autor, que habitualmente trabajaba para el Cleveland Plain Dealer, había parido un vocablo que la NCAA corrió a registrar para denominar así al sistema de semifinales y final nacional que llevaba usando para su torneo de baloncesto desde el año 1939.
Con el tiempo, esa Final a Cuatro ha ido fraguando, además de en la guinda de la llamada 'Locura de marzo', en un evento capital dentro del calendario deportivo americano. Al atractivo de ver en acción a parte de la flor y nata del futuro de la NBA se une el especial sentimiento de pertenencia del ciudadano yanqui para con sus colleges, a los que venera desde que se gradúa, desarrollando una especial hermandad con quienes pisaron sus mismas aulas. En Estados Unidos, donde las franquicias profesionales son demasiadas veces meras empresas, el calor del sentimiento real en la grada está en las canchas universitarias.
Será este fin de semana cuando se dilucide el campeón nacional en el monstruoso NRG Stadium de Houston, acondicionado para la ocasión. Cuatro equipos restantes entre los 68 que arrancaron el Torneo Final: Oklahoma, la única de la terna que no sabe lo que es ganar un título; Villanova y Syracuse, que cuentan con uno; y una clásica como North Carolina, universidad donde estudió el mismísimo Michael Jordan, que cuenta con cinco cetros.
El Oklahoma-Villanova será un duelo dominado por el juego exterior. Los denominados Wildcats deberán prestar atención al bahameño Buddy Hield, una de las sensaciones de la temporada, autor de 37 puntos en el partido que metió a los Sooners en la Final Four. Sus rivales, que dejaron por el camino a Kansas, una de las grandes favoritas, tienen en el escolta Josh Hart (15 puntos y 7 rebotes por partido) a su gran estrella.
En la otra semifinal se ven las caras dos centros educativos con mucha solera deportiva. North Carolina se ha basado en su defensa para llegar a Houston gracias a márgenes muy ajustados, y tiene en el ala-pívot Brice Johnson y en el base Marcus Paige a sus dos grandes estiletes. Syracuse, por su parte, ha llegado a Texas como la revelación. Guiados por el gurú Jim Boeheim, que ya supo en 2003 lo que fue alcanzar la gloria de la mano de Carmelo Anthony, tienen en Michael Gbinije y Malachi Richardson a sus mascarones de proa.
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