El argentino Lionel Messi y el brasileño Neymar, con un gol cada uno y una asistencia cada uno, lideraron la vigésimo novena Copa del Rey de la historia del Barcelona, resuelta al borde del descanso, impulsada por dos jugadores imparables, también este sábado para un Alavés que no desistió de la hazaña. El punto polémico de la jornada, la pitada inicial en el momento del himno de España y la presentación del rey.
Perdida la Liga y eliminado en cuartos de la Champions League esta temporada, la tercera Copa seguida del equipo azulgrana cierra la era Luis Enrique con un título más, un consuelo para un conjunto sin ningún trofeo en las dos grandes competiciones de este curso, lejos de los objetivos que se exige siempre en cada nuevo proyecto.
En un estadio que no se llenó, la despedida en un partido oficial de medio siglo y catorce finales del torneo del Vicente Calderón, el Barça cumplió con los pronósticos frente al Alavés, que dio la cara, que terminó el año de su regreso a Primera con la cabeza alta, con el dolor de la derrota, pero con el entusiasmo de competir y llegar hasta la segunda final de su historia, hasta ser subcampeón de Copa.
Hubo partido hasta los últimos instantes del primer tiempo. Hasta ahí resistió el Alavés, hasta ahí no lo vio tan claro el Barcelona, pero después sí, con el 3-1 con el que llegó al descanso, lanzado por sus dos hombres más desbordantes, por su eficacia imponente y por un talento que casi siempre sale ganador: Lionel Messi y Neymar.
Entre los dos surgió el 1-0 a la media hora. No había tenido casi ocasiones hasta entonces el Barcelona, sólo un cabezazo desviado de Jordi Alba y un toque fortuito de Paco Alcácer que repelió Pacheco; le había contenido con rigor táctico, solidaridad e ímpetu en cada balón el Alavés, incluso con un disparo de Ibai Gómez al poste y varios trepidantes contragolpes, hasta que irrumpió de verdad Messi.
Mientras este Barça, como colectivo, anda lejos del que dominaba sí o sí cada aspecto del juego, su estrella sigue a lo suyo. En cuanto agarró la pelota, en cuanto conectó, en cuanto se descolgó entre líneas, tembló su oponente, por detrás en el marcador con una parábola de zurda del argentino inalcanzable para cualquiera.
No hubo respuesta posible entonces, ni para todos los defensas ni para Pacheco, pero sí dos minutos después en el otro área, porque el Alavés dispone de futbolistas que apuntan altísimo, como Theo Hernández. Pronto en el Real Madrid, antes de ese salto marcó el 1-1 con un zurdazo de falta directa. Tuvo mérito su tiro; tanto, quizá, como demérito Cillesen, porque iba a su palo y venía desde lejos.
Un contratiempo para el Barça, como lo había sido la lesión de Mascherano, con un golpe en la cabeza con sólo siete minutos jugados y reemplazado en el lateral derecho por André Gomes, pero del que salió, previo susto en un testarazo de Deyverson, ya definitivamente rumbo a la victoria con el 2-1, iniciado y culminado por Neymar.
Protestó el Alavés la posición del brasileño en el remate final, al borde del cierre del primer tiempo, en el que aún hubo tiempo para otra genialidad de Messi, una más de las miles que ha ofrecido en su carrera. Su jugada y, sobre todo, su pase al desmarque de Paco Alcácer, que batió a Pacheco, zanjaron la final, ya sin matices.
Porque la gesta ya fue imposible para el equipo vitoriano, que dio un paso al frente, que siempre compitió, que nunca renunció a lo imprevisible y que incluso amagó unas cuantas veces con el 3-2 a ratos en la segunda parte, en la que reapareció el barcelonista Aleix Vidal siete meses después de su lesión en los últimos minutos.
Salió en el 83, cuando ya era prácticamente campeón el Barcelona, un equipo hoy por hoy irregular, pero lleno de talento. Y con Messi, el futbolista más decisivo del mundo; este sábado una vez más, para liderar el enésimo título del club azulgrana en los últimos tiempos y aliviar, a la vez, una temporada por debajo de las expectativas.
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