Será casualidad, pero ha sido conocer la fecha de caducidad de Luis Enrique en el banquillo azulgrana, y el Barça se ha destapado a jugar al fútbol como no se le veía desde hace muchas lunas.
Rápidos, atentos, precisos y preciosistas, los jugadores azulgrana pasaron por encima del Celta, que no es un equipo cualquiera, y esa es la mejor noticia que podían recibir los aficionados culés justo en la cita previa a la del París Saint Germain.
Remontar el miércoles en Liga de Campeones ante los franceses un 4-0 sigue siendo una hazaña portentosa, pero con un ritmo y una claridad similares a los mostrados ante los gallegos la empresa se antoja un poco menos imposible.
Al toque de corneta del mejor Neymar y bajo la batuta del todopoderoso Messi, todo es posible. Por ejemplo, el regreso de la versión más solvente de Busquets, con todo lo que ellos supone para el Barça. E incluso que marque un gol Umtiti.
Lo de menos fue el escandaloso resultado. Lo que quería el Barça era asustar siquiera un ápice al PSG. Inocularle el virus de la duda. Y lo ha conseguido.
Jugadas corales al primer toque y a toda velocidad, goles increíbles de tobillo mágico como el de Neymar u obras maestras de Messi en cada acción meten el miedo en el cuerpo a cualquiera.
Este equipo, amortizado ya Luis Enrique, vuelve a tener crédito para soñar. De ahí que el Camp Nou apagase los focos con varias pancartas de esperanza para la Champions y al grito de "¡sí se puede!"
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