Cristiano Ronaldo abrochó en la escuadra el disparo y se giró. El portugués, lobo estepario en las celebraciones, sorteó a Marcelo y echó a correr hacia su entrenador, encontrándose por el camino a Sergio Ramos. La imagen que compusieron los tres se ha convertido en el icono de este nuevo Real Madrid zizounesco. Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos y Zinedine Zidane celebrando un gol ante los ojos de Europa y del mundo. Una imagen con una gran carga simbólica. La estrella, el capitán y el entrenador haciendo piña.
Una imagen utilizada convenientemente por la prensa aflorentinada para echársela en cara a un Rafa Benítez que eligió el peor día para tomarse la revancha por su salida. No extraña en Benítez, cuya carrera está jalonada de intervenciones oportunistas en las que se retrata. Porque este Benítez que señala a Florentino es el mismo que hace unas semanas denunciaba "una campaña contra el presidente" por parte de una prensa que denunciaba roces del técnico con la plantilla, falta de comunicación con las estrellas y desencuentros con el presidente. "Invenciones", advertía entonces. Ahora revela que las causas de su salida fueron las charlas de Florentino con la prensa y el contacto diario del presidente con los jugadores. Nunca fue Benítez elegante, ni valiente, pero sus palabras retratan una realidad evidente. Pero cuando tus principios valen lo mismo que la palabra de tu presidente, corres el riesgo de que te ocurra lo que le ha pasado al entrenador madrileño: pierdes el trabajo y, peor aún, pierdes tu credibilidad.
Pero toca centrarse en el abrazo. La plantilla ha recibido a Zidane con los brazos abiertos, porque han visto en Zizou una posibilidad de reivindicar la figura de Carlo Ancelotti. El vestuario no perdona a Florentino la destitución de Carletto, censurada unánimemente en las redes por sus jugadores. Zidane es un referente en el campo y en la grada. Un mito y al tiempo un entrenador incómodo para Florentino. No es lo mismo echar a Benítez que prescindir de Zidane. Quizás por eso le costó tanto dar el paso. Su designación es una elección envenenada para un presidente caudillista como Florentino que hace y deshace, y que ve cómo jugadores y entrenador han hecho piña.
Pero cuando tus principios valen lo mismo que la palabra de tu presidente, corres el riesgo de que te ocurra lo que le ha pasado a Benítez: pierdes el trabajo y, peor aún, pierdes tu credibilidad
Los protagonistas de la imagen resultan incómodos al presidente por una u otra razón. Cristiano mantiene una relación distante con Florentino, que se lo quiere quitar de encima para dejar libre el cetro galáctico a Bale y fichar otra estrella más exuberante para su colección de cromos. Con Sergio Ramos simplemente no existe ningún contacto. Pérez espera que se marche en verano, pero Ramos, con la renovación firmada y el brazalete en el brazo, tiene la sartén por el mango. Al de Camas le 'pone' Guardiola y sabe, porque vivió de cerca el acoso y derribo a Iker Casillas, que Florentino moverá lo que haga falta para incomodarle: prensa, afición... Los dos estaban en una situación incómoda con Benítez, pero la llegada de Zidane les ha devuelto el protagonismo.
Hasta Zizou se ha destapado como un entrenador incómodo para el presidente por su carácter y personalidad, lejos del perfil dócil de Benítez. El francés no se ha mordido la lengua al advertir pidiendo fichajes con un perfil ajustado a las carencias del equipo (lateral y especialista defensivo en la medular o como central). Y ha mostrado su enfado por la recaída de Bale, otra mala gestión de los servicios médicos encabezados por controvertido el doctor Olmo (protegido del presidente).
Después de un año en blanco, Florentino necesita imperiosamente que resucite el Real Madrid en la Champions. Por mucho que programas y medios afines señalen a los futbolistas, el madridismo ha sentenciado que el culpable de que el Real Madrid sólo haya ganado una Liga de las siete últimas es del presidente y su despótica forma de dirigir el club. A Pérez le persiguen las últimas palabras que pronunció tras su renuncia en 2006: "He maleducado a los jugadores". No fue lo único que aprendió entonces: "Si cometí algún fallo entonces, fue irme". Hoy le toca encomendarse a unos jugadores que reivindican en la persona de Zidane a la figura del despedido Ancelotti. Vestuario o palco, el eterno dilema. Zidane lo tiene claro. Benítez le mostró el atajo. Ancelotti le enseñó el camino.
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