Para alguien que porta un pasaporte español, pasear el número uno es desafiar a la lógica en una disciplina como el bádminton, históricamente iluminada por la potencia y la jerarquía de los volantes asiáticos. Únicamente Dinamarca pudo interrumpir su supremacía por mediación de Poul-Erik Hoyer Larsen, oro en la categoría individual masculina de los Juegos de Atlanta 1996, aunque, contemplados los resultados de los dos últimos Campeonatos del Mundo, la fórmula Rivas-Marín, de Fernando y de Carolina, se presenta como la más efectiva en la antesala de una nueva cita olímpica.
Tras dos éxitos consecutivos en Copenhague 2014 y Yakarta 2015, los Juegos de Río 2016 alumbrarán un nuevo veredicto: la coronación, o no, de la onubense, llamada a suceder a Li Xuerui. Ella fue la triunfadora cuatro años atrás en el londinense Wembley Arena. La también china Wang Yihan y la india Saina Nehwal completaron el reparto de medallas. Por aquel entonces, a la edad de 19, Carolina Marín experimentaba su primera vivencia olímpica. Y lo acusó.
Sumida en la emoción de la participación en sus primeros Juegos, para la española pasó desapercibida la ambiciosa aspiración que entonces se despertó en Fernando Rivas. "Quiero ser el entrenador de la próxima campeona olímpica", pensó tras la eliminación en la fase de grupos de su pupila. Un ciclo olímpico después, con la de Huelva en plena madurez competitiva, parece el momento idóneo.
En el denominado Pabellón Múltiple de Alta Competición II del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, el granadino pulió la técnica de Carolina, a la que dotó de múltiples recursos tácticos al tiempo que hizo multiplicar su rendimiento físico. Su privilegiada mente completó un molde casi irreductible en competición que ahora afronta el torneo de su vida. Todo parece alineado para que sea su año.
"Tiene una mentalidad de campeona y en casi todas las esferas roza la perfección. Eso hace que sea tan sólida. Evidentemente, una de las parcelas más importantes es la capacidad de concentración en un deporte en el que todo pasa en décimas de segundo. En su caso es una gran fortaleza", explicó el presidente de la Federación Española de Bádminton, David Cabello.
Dos Campeonatos de Europa y otros tantos del Mundo se sumaron en los tres últimos años al palmarés de la andaluza, también exitosa en torneos de categoría Superseries Premier, como el prestigioso All England o el Abierto de Malasia en 2015. Insaciable e inconformista, Marín sigue meticulosamente el plan trazado hacia el deseado oro olímpico. Ese es el objetivo que le moverá, ya como reina de la disciplina, en el Pabellón 4 de Riocentro, el complejo deportivo cercano al Parque Olímpico de Barra. Allí se desarrollará todo el torneo.
"A los Juegos de Londres fui, sobre todo, a coger experiencia. A Río voy con la perspectiva de ver la bandera española en lo más alto del podio", confesó. Impulsada por ese desafío, la andaluza descuenta las horas que restan para su debut en la ciudad brasileña, donde competirá con un único anhelo: "La medalla de oro". No firma otro metal ni otro estrato del cajón.
Ese sería, al igual que el número uno mundial que ostenta, "la recompensa al entrenamiento y a todo el trabajo que hay detrás". "El valor de una medalla es el sacrificio, las horas de trabajo y la implicación de todo mi equipo", ha recalcado. Sin más presión que la que ella misma se posa sobre los hombros, Carolina Marín trabajó en las últimas semanas con la determinación de quien sabe que su resultado en Río no será una consecuencia de la suerte. "Todo dependerá de mí", sentencia. Y eso debe dejar a la afición española muy tranquila.
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