Casemiro debe de entrenarse muy mal, pues sólo así se entiende su nula presencia en el equipo, cualesquiera sean las circunstancias. Se le recuerda en verano, en la pretemporada, como uno de los agitadores de la plantilla. Mediocentro brasileño, con buen pase en largo, con recorrido, apuntaba a ganga tras haber llegado en febrero para acompañar al filial. Nada de aquello se materializó. En Liga lleva 97 minutos, menos que Özil; en Copa jugó contra el Olimpic y un rato ante Osasuna. Prácticamente nada.
El brasileño, que podría haber surgido como recambio tras la lesión de Khedira, tampoco ve aumentada su carga laboral en aquel trance. Nada. Tiene varios problemas, y uno no menor es que compite con Illarramendi por los minutos en los que no están los titulares en su posición (ahora mismo Modric y Xabi Alonso). Tiene que jugársela con un compañero que ha costado mucho más que él, que suena a apuesta fuerte y que, además, no está del todo formado. Las veces que ha jugado solo no ha brillado, se le ha visto desdibujado y Ancelotti cree haber visto la necesidad de que siempre esté junto a otro futbolista más experimentado.
Ante el Espanyol fue Xabi Alonso. El tolosarra es una pieza maestra en el equipo blanco, y no importa su edad o las lesiones que ha tenido este año, juega incluso en días en los que no se le espera, como en el anticlimático encuentro copero que se disputó en el Bernabéu. Parece que ni en esas circunstancias, en un partido en el que el Madrid puede experimentar (el técnico italiano ha señalado que la Copa no es suficiente) Casemiro tiene un hueco. Tampoco va a salir cedido. Seguirá viviendo en el limbo.
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