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El adiós de un arquero sobrevalorado

   

Diego López se libra al fin del Real Madrid. O del madridismo. Pone rumbo a Milán y escapa de un delirante vodevil del que sin pretenderlo ha sido protagonista durante el último año y medio. De un combate absurdo y exagerado que le ha involucrado, pero del que simplemente fue convidado de piedra. Los elogios de los que se ha rodeado durante este tiempo, excesivos, no fueron tanto para él como contra Casillas, el centro de la gravedad. Y viceversa, las críticas desmedidas, menos numerosas, también eran menos reproches hacia él que ejercicios de defensa del sector ikerista de la población blanca. Diego López es inocente de la tortura ambiental que ha padecido. Y también de su inflada cotización, la que le permitió optar a una titularidad para la que realmente no alcanzaba y a una salida estelar hacia un destino de reputación y campanillas. Procedía del banquillo del Sevilla cuando inició este viaje y hoy se marcha entre vítores.

Profesional ha sido. Ha cumplido lo que le pidieron, con discreción además, e incluso supo rendir sobre el suelo de fuego. Pero no es guardameta para el Real Madrid, un equipo con dinero y obligaciones para aspirar a lo mejor. Diego López ha estado sobrevalorado. Mucho. Incluso en el adiós. Por un lado, la propensión gremial a tildar de maravilla todo lo que viste de blanco, o ahora de rosa, y por otro el odio visceral a Casillas de cierta gente, permitieron llenar de adjetivos ficticos y agrandados al correcto guardameta gallego. Con él bajo los palos, el Madrid no ha ganado nada, no conviene prescindir de ese detalle.

En ese sentido, la salida es inteligente. El problema del Madrid no se acaba con este traspaso (porque el germen es Casillas, su condición de discutido y casi apestado para cierto sector extremista del madridismo, numeroso además), pero sí abre las puertas a una solución. Si se trata de sentar a Iker, ahora posiblemente ya con merecimiento dada su decadencia, mejor intentarlo con un guardameta de prestaciones mayúsculas. Con Keylor Navas, por ejemplo. El costarricense hereda el suplicio de Diego López. Veremos si puede con él.

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