Ahora que Real Madrid y Liverpool van a jugar la final de la Champions League, todo el mundo recuerda el precedente más cercano, el de 2018, cuando un gran Bale y un nefasto Karius desnivelaron la balanza en Kiev. Menos aficionados recordarán, algunos porque no habían nacido, la final de la Copa de Europa de 1981, disputada precisamente en París, donde los ingleses ganaron a los blancos.
El próximo 28 de mayo, por tanto, se disputará en el Estadio de Francia parisino la tercera final de la principal competición europea entre ambos conjuntos. Teniendo en cuenta cómo está siendo esta competición, con tres remontadas madridistas, a cada cual más milagrosa, puede ser un encuentro espectacular. Como lo fueron, a su manera, los dos precedentes clásicos que se antoja obligatorio recordar en este espacio memorístico.
La final de 2018 es la última que disputó y ganó el Madrid. Ya se ha dicho que está tan cercana que casi huelga recordarla, pero no está de más al menos sintetizar lo que ocurrió para los más jóvenes o los más despistados. Los blancos eran favoritos pero los reds asustaban con Salah y compañía desplegando ese juego eléctrico de todos los equipos que entrena Klopp.
A la media hora de juego el Liverpool, que había creado cierto peligro, padeció la primera desgracia de la noche con la lesión del egipcio, su mejor jugador, tras un choque con Sergio Ramos. El primer tiempo terminó sin goles y con las espadas en alto. En el segundo llegaron los cuatro tantos.
La verdad es que el citado alemán Lorios Karius no tuvo su mejor noche o, mejor dicho, tuvo la peor, al menos en lo futbolístico, porque regaló dos de los tres goles que logró el Madrid: el primero, de Benzema, y el tercero, de Bale. En el segundo, logrado también por el galés y que fue el mejor tanto de la noche, también pudo hacer más pese a la espectacularidad que está en las retinas por el acrobático remate del madridista.
También perviven en la memoria las caudalosas lágrimas de Karius al final del encuentro mientras pedía perdón a sus aficionados. Aquel lloro ya apuntaba al final de la carrera del guardameta, que por cierto sigue en el Liverpool pero sin disfrutar de minuto alguno en toda la temporada. En todo caso, aquella victoria de 2018 fue la tercera Champions consecutiva para los blancos. Una auténtica machada del conjunto que entrenaba Zidane y en el que aquella noche dijo adiós Cristiano Ronaldo, principal artífice de dichos triunfos.
La final de 1981 es la última que perdió el Madrid. Porque el club blanco, en un récord sencillamente inalcanzable para cualquier otro club, ha ganado las últimas siete que ha disputado, desde 1998 hasta 2018.
En el Parque de los Príncipes de París se veían las caras un Liverpool que mantenía el bloque que había campeonado en 1977 y 1978 y al que se habían sumado los conocidos Kenny Dalglish o Graeme Souness y "el Madrid de los García" -muchos jugadores tenían ese apellido- que volvía a tener la opción de reinar en Europa 16 años después de su anterior título. En el equipo blanco, plagado de veteranos como Del Bosque, Santillana y Juanito, brillaban el inglés Laurie Cunningham y el alemán Uli Stielike.
Los reds llegaban como grandes favoritos pero las crónicas del encuentro dicen que estuvo más igualado de lo que se esperaba y que Camacho tuvo una oportunidad clamorosa para adelantar a los blancos. Solo a nueve minutos del final se desniveló el marcador. Tras un fallo en el despeje de García Cortés, el lateral izquierdo inglés Alan Kennedy batió con calidad al guardameta Agustín y pasó a la historia de su club.
Casi cuarenta años después, el Madrid se vengó en Kiev de la derrota en París. Ahora, ambos clubes desharán su empate otra vez en la capital francesa.
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