Lo que en otros lugares del planeta fútbol podrían considerarse tópicos, en el microclima que el 'Cholo' ha creado en el Atlético son realidades constatables. Plantilla y afición tienen la conexión sensorial de los hermanos gemelos: luchan juntos, sufren juntos y mueren juntos si se tercia. Creen como si pudieran predecir el futuro. Y es por eso que persiguen sus sueños con un denuedo enfermizo. El Bayern lo comprobó en riguroso directo: ni el más brillante cuarteto de cámara futbolístico puede sobrevivir a la catarsis rockera de sudor y percusión de un Atleti conjurado, yonqui de testosterona y adrenalina.
A los rojiblancos les llovió la mayor escabechina de la era Simeone. La Blitzkrieg guardiolista acribillaba desde todos los flancos. Y entre carros ligeros y nidos de ametralladora, de la trinchera madrileña sólo se oía a los soldados rasos pedir, desesperados, fuego de cobertura. Pep estuvo brillante filtrando agua por cada grieta que tenía el casco de la nave cholista. Y casi todos en la grada se quedaron con la impresión de que los bávaros hubiesen despedazado a cualquier rival que no fuese este Atlético de granito que, aun con todo, estuvo al borde de escuchar la cuenta atrás esmorrado en la lona.
Pero esta Compañía Easy ya sabe lo que es subir un Currahee con el mando marcial de su gurú. Porque ya no son meros peloteros: han mutado en compañeros de armas. Su camaradería, su solidaridad y su abnegación son más castrenses que futbolísticas. Dos finales de Copa de Europa en tres temporadas a base de minar a los poderosos del balón. Un levantamiento militar que ha puesto patas arriba a la nobleza de este deporte y que señala a Simeone como el bandolero que roba copas a los ricos para dárselas a los pobres.
Bramó el Allianz Arena, vestido con una bruma de batalla medieval, tratando de intimidar a este Atlético que va por el fútbol en formación tortuga. Los madrileños escaparon del purgatorio gracias a un Oblak que ya hace que nos preguntemos si Courtois fue sólo su buen telonero. Él abajo y arriba Griezmann, la avispa venenosa de este equipo, fueron los nombres de una noche para la historia que terminaron de desequilibrar las incursiones del zapador Carrasco.
A Simeone, capaz de conquistar en cuatro años una Liga, una Copa del Rey, una Supercopa de España, una Europa League y una Supercopa de Europa, sólo le queda una escarapela en su currículum de gran jefe indio. La Liga de Campeones es su obsesión, como cantaba en bucle la afición atlética mientras saltaba en el traqueteo del U-Bahn muniqués, camino al estadio. Sería la de Milán la reivindicación definitiva de la resurección más formidable de la historia del club. Antes de inyectarse cholina en vena, el Atleti figuraba como un club vulnerable. Hoy, son el hombre del saco del fútbol europeo.
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