En una entrevista concedida a la periodista Gemma Herrero para el magazine cultural Jot Down, el técnico del Atlético habla de sus inicios como futbolistas y también como entrenador. Del pasado y del presente, el cual pasa estos días por el liderato de la Liga al frente del conjunto colchonero. "Diego Pablo Simeone mira directamente a los ojos cuando habla. Es rápido de pensamientos y se enroca cuando la conversación no le conviene, aunque soltarla, la suelta. Ha convertido al Atlético de Madrid, un equipo que estaba medio grogui cuando él aterrizó, en un rival temible, y está luchando por la liga y la Champions en su tercera temporada en el banquillo rojiblanco con un presupuesto muy inferior al de sus contendientes. El «cholismo» es una religión, pregunten a un feligrés si tienen a alguno cerca". Así empieza la entrevista a Simeone, de la que aquí recogemos un pequeño extracto.
Ha tenido grandes entrenadores, y de muy diferente personalidad. ¿De quién ha aprendido más o cree que le ha influido más?
Uno siempre dice que aprende de los entrenadores buenos que ha tenido, pero yo he aprendido mucho también de los malos que tuve porque ya sé qué es lo que no hay que hacer o cómo no comportarse. No es que quiera quedar bien con todos, es que saqué lo mejor de cada uno. Como todo en la vida, del entrenador que te agarra de joven, cuando uno está más esponja, absorbes más. Bilardo me marcó en mis inicios, pero después he crecido con Erikson, con Mancini, con Luis Aragonés, con Bielsa, Basile… No quiero decir uno porque no sería justo.
De la etapa que pasó en el Sevilla, su primer club en España en el que coincide con Suker, con Maradona, entrenado por Bilardo y por Luis Aragonés. ¿Qué balance hace?
Fue muy buena, muy buena. Teníamos un equipo muy sólido y fuerte y en el segundo año la presencia de Luis Aragonés mejoró mi capacidad goleadora de mediocampista y me dio la oportunidad de poder llegar al Atlético.
Llegamos ya al Atlético, y eso que estuvo a punto de fichar por el Real Madrid…
Hubo una posibilidad sí, porque llegaba Artur Jorge y me quería a mí, pero el Madrid eligió a Valdano y Valdano eligió a Redondo. Yo digo que las cosas en la vida pasan por algo y evidentemente lo mejor que me pudo pasar es el Atlético.
¿Fue amor a primera vista lo del Atlético?
No. El recibimiento que me dio la gente nada más llegar, cómo me trató, fue más de lo que yo le di en el primer año. Me lesioné el hombro, estuve fuera dos meses y el equipo tampoco estaba en su mejor momento, nos salvamos a última hora en Sevilla, pero la afición siempre tuvo conmigo un afecto enorme. Debe ser que los del Atlético están preparados para ver gente con entrega y eso nunca me faltó. Después el talento, la técnica, podía tener mejores o peores domingos, pero la afición lee muy rápidamente a los jugadores que se entregan. Lo vemos ahora otra vez.
¿Y con Madrid? ¿Qué tiene Madrid? Porque usted ha vivido en grandes ciudades y sin embargo siente Madrid como su casa.
Madrid me acerca a Buenos Aires. El porqué no lo sé. Me encuentro en mi lugar, de forma natural. Me fui a Milán, viví en Roma que es una ciudad extraordinaria, y cuando volví es como si nunca me hubiese ido. A mí me sorprendía por ejemplo que cuando estaba en Roma, o en algún otro lugar del mundo, y me encontraba con algún español siempre me decían: «Ahí va Simeone el del Atleti». Me hacía ruido esa forma de identificarme con un lugar.
Cuando llega al Atlético como entrenador se hizo cargo de un equipo deprimido y en cinco meses ya estaban ganando un título. ¿Qué les dijo? ¿Recuerda su primera charla con la plantilla?
Sí. Nos juntamos en el vestuario y les dije que conocía el lugar y lo que necesitaba la gente y que lo único que no era negociable era el esfuerzo. Y ya después de eso, del esfuerzo, por la calidad técnica del equipo estaba convencido de que íbamos a salir, les dije que yo había pasado por ese momento y que al año siguiente salimos campeones. Un año peleábamos el descenso y al siguiente conseguimos el doblete. Y después de la charla cuando salí al campo y la gente me aplaudía también les dije: «Miren a todos ellos, que en algún momento también me insultaron». El fútbol es esto.
¿Y cómo se convence a una plantilla?
Eso no se puede explicar. Yo tengo una energía y vos podés tomarla o no tomarla, seguirme o no, pero no se puede explicar lo que hace un líder. O me sigues, o no me sigues. Yo no comparto que uno en el trabajo es de una manera y en la vida de otra. Vos sos de la misma manera siempre. Si eres falso, lo eres con tu familia y en el trabajo. Si eres «ventajero», oportunista como lo dicen ustedes, en algún momento le vas a querer sacar ventaja a alguien que te rodea. La gente siempre es la misma, así que tienes que transportar cómo eres en tu vida al trabajo y ser natural. Porque lo más difícil que tenemos es ser simples en la vida cotidiana. Natural, natural. Obviamente que hay momentos en los que hay que marcar el rumbo, como con tus hijos. Uno no habla siempre igual con sus hijos, y con tus amigos en algún momento te peleas y si no les dices las cosas a la cara se alejan y les vas perdiendo. Pues en el fútbol es igual. Si a un jugador no le dices una cosa se va alejando y lo terminas perdiendo.
Arda Turan llegó a decirle «te voy a dar mi corazón». Y eso que no hablan el mismo idioma. ¿Eso sí que lo puede explicar?
Arda es un chico especial, tiene un corazón enorme. No habla español, yo creo que nos entendemos por piel, por mirada. Hay gente con la que a veces no es necesario hablar, la miras y hay algo que te conecta. Si no, no existiría el amor a primera vista.
¿En su relación con los jugadores es una mezcla entre autoridad y seducción?
Es convencerles de dónde está el rumbo. Autoridad no.
Llegó a decir que algún jugador llegaría a odiarle, pero que le haría mejor. ¿Cree que tiene en la plantilla algún futbolista que le odie?
Si lo hay no me lo va a decir. Posiblemente lo haya. Nunca les vas a tener a todos contentos. Hay un refrán que dice que si el 49% de la gente te sigue, date por satisfecho. Cuarenta y nueve, eh, ni siquiera el cincuenta. El problema con un jugador es cuando no le hablas, cuando dejas de darle la atención que crees que necesita para que te sirva para el equipo. Ahí es cuando ya no hay vuelta atrás, ese jugador tiene que salir del club.
Le cito: «Prefiero jugar bien que jugar lindo», «la posesión del balón no me interesa, es un cuento». ¿Qué significa para usted jugar bien exactamente?
Pues ayer escuché a Xabi Alonso que decía que tener la pelota por tenerla no tiene ningún sentido, la pelota hay que tenerla para ser concreto. ¿No lo leíste? ¡Extraordinario! Si lo dice Xabi Alonso ¿cómo no lo voy a decir yo? Que inventaron en España el juego tan bonito este…
¿A usted le gustaba el Barça de Pep Guardiola?
Sí. Claro que me gustaba. Es el sueño de un entrenador hecho realidad porque aparte lo gestó él. La gran virtud de Guardiola fue haberlo armado para que se produjera.
¿El Atlético podría jugar así?
No.
¿Por qué?
Porque no somos el Barcelona. La construcción de las bases es diferente. El Atlético siempre tendrá más extranjeros que gente de la casa. El Atlético además es un histórico equipo agresivo, intenso, con compromiso, pasión, contragolpeador y fuerte defensivamente.
¿Tiene la sensación de luchar contra una idea única de que el fútbol bonito es solo de una manera y lo demás es feo?
No. Eso es un juego mediático que sirve para vender. Hay un juego, que es el juego del fútbol y después el fútbol es muy amplio. Se gana de diferentes maneras y cada uno elige la suya. El Barça y la selección española nos llevaron a ir detrás de una idea que es hermosa, claro, pero para correr rápido hay que tener un auto bueno. Si tienes un auto menos bueno tendrás que buscar la manera de pincharle la goma al otro y correr lo más cerca de él que puedas.
¿Siente de verdad que de algún modo está establecido, que conviene, que Madrid o Barça sean campeones?
Hay una realidad mediática. Madrid y Barcelona son más importantes y todo sirve para que aparte de la jerarquía que tiene su institución y de la grandeza que tienen sus jugadores, a todos les sirva eso. A ustedes los periodistas, a todos.
Tiene contrato hasta el 2017, tanto tiempo es algo rarísimo. ¿Cree que lo cumplirá?
Yo siempre me voy antes de que me echen y siempre pienso que me pueden echar mañana.
Hombre, ahora no tiene ninguna pinta.
Nunca se sabe, el fútbol es muy cambiante, pero lo valoro como intentar seguir una línea. El club lo está mostrando no solo con mi contrato tan largo sino con la continuidad de los Godín, los Miranda, los Filipe, los Gabi, los Costa, los Juanfran.
A la famosa pregunta de «¿Por qué somos del Atlético?», si llega un marciano y tuviera que explicárselo, ¿qué le diría?
Que tendría que haber venido a la final de la Copa del Rey con el Madrid y ahí lo hubiera entendido enseguida.
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