Los cimientos del Vicente Calderón temblaron de arriba a abajo. La grada pareció quebrarse cuando el impresionante tifo "Orgulloso de no ser como vosotros" pobló toda la tribuna. El himno de la Champions una vez más quedó apagado por el pulmón y la garganta de los casi 60.000 rojiblancos cantando su oración con una intensidad inusitada.
La ribera del Manzanares hirvió como nunca en la despedida europea del coliseo colchonero. La cita era de compromiso y fe. Y acudieron a millares en busca de lo imposible. No había mejor adiós que doblegar al eterno rival en pos del sueño de Cardiff. Las emociones se mezclaron en una razón de ser que parecía una sinrazón con un 3-0 en contra, pero el Calderón se engalanó para su última batalla entre vecinos.
La guerra de las pancartas que arrancó en el Bernabéu con el mal gusto del "Decidme que se siente" propició un espectacular prolegómeno colchonero con un interminable tifo en repulsa al agravio del partido de ida.
El ambientazo estuvo a la altura del final que merecía la que ha sido casa del Atlético de Madrid durante medio siglo de vida. El arranque fue estremecedor y las hazañas que dilatan la legendaria historia del Calderón se hicieron todas una cuando Saúl y Griezmann desataron la locura abriendo la brecha de lo imposible.
De padres a hijos. Madres, hijas y abuelos. Todos en familia acudieron al último acto de Champions en un Calderón en la cuenta atrás. El Wanda Metropolitano acogerá los nuevos tiempos del Atleti y hasta que los aficionados lo hagan suyo la memoria será eterna.
El Real Madrid fue de nuevo un muro insuperable para los de Simeone que sí ganaron el envite, que tuvieron al enemigo noqueado y casi eliminado, pero que no les llegó para apear a su bestia negra continental.
La tormenta que azotó Madrid en los minutos postreros de la semifinal dotó a la última noche europea del Manzanares de unos tintes épicos. Con el equipo volcado sobre Keylor Navas, con el grito de los suyos "Atleeeeeti, Atleeeeti", el momento se hizo estremecedor. "Esto se siente, vikingos esto se siente...", la grada cantó más alto que nunca y los ecos de las voces de miles de rojiblancos recorrieron la ciudad hasta la Castellana donde se escuchó el orgullo de un equipo eliminado, pero convencido más que nunca de sus valores. Cibeles sonreía y Neptuno esperará con su tridente a otro reto nuevo porque Simeone no se rinde y buscará otra vez la Champions: su obsesión.
"Cholo, sácalos"
La última noche del Calderón no acabó con el pitido final de Çakir. El triunfo fue lo de menos aunque vale también en las cuentas de la eterna rivalidad. Los aficionados más fieles, en el fondo sur y en tribuna de preferencia, aguantaron estoicamente y pidieron que sus guerreros salieran para rendirles honores.
"Cholo sácalos", pidieron. Y en mitad del diluvio aparecieron los futbolistas frustrados por terminar aquí su camino en la Copa de Europa aunque orgullosos por lo que son capaces de lograr en inferioridad con su vecino. No es de extrañar que el último aliento de los seguidores colchoneros que seguían en la grada fueron hacia Simeone y su ejército. "Orgullosos de nuestros jugadores" y "Ole ole ole, Cholo Simeone", fue la última letanía que emitió el Calderón en su adiós europeo.
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