Las Palmas es un equipo armonioso, con una cadencia relajada y toneladas de fútbol y técnica en sus pies. Un equipo con dos jugadores majestuosos como Jonathan Viera y Roque Mesa. Ellos tejen el fútbol con paciencia y buen gusto para trasladar la pelota desde una defensa con dos centrales como Bigas y Lemos, que saben salir tocando, hasta una delantera donde Jesé y Tana aceleran las intenciones de los canarios. Gente de la tierra, cantera grancanaria.
En la primera el equipo de Setién dejó claro que su idea era imponer su identidad de juego sobre el césped del Bernabéu, entre otras cosas porque al Real Madrid le hacía sentirse cómodo ese ritmo cansino de juego que le permitía desatar las estampidas de Cristiano y ayer especialmente Bale.
A los 30 segundos ya había marcado Morata, que repitió una docena de minutos después. Pero en ambas oportunidades estaba adelantado unos centímetros. No lo pareció estar Isco cuando se filtró entre las líneas defensivas de Las Palmas para aprovechar un certero pase de Kovacic. Aún se relamía el Madrid la fragilidad de su rival cuando 90 segundos después Tana realizó una maniobra deslumbrante para dejar atrás a Sergio Ramos y batir con un zapatazo a Keylor Navas.
El resto de la primera mitad se escribió por los costados, con las subidas de Carvajal y Marcelo y las acometidas de un Jesé que sigue dejando esas diagonales ronaldianas. No hubo más goles, pero no por falta de ocasiones ni visitas a las áreas. Terciopelo y nitroglicerina.
El inicio de la segunda parte trajo una novedad sustancial: a Bale se le fue la cabeza tras ser superado por Viera y le regaló una patada destemplada y un empujón desmedida. La suma de ambos lo mandó a la ducha. Malas noticias para Zidane. Pero como todo es susceptible de empeorar, ocho minutos después Sergio Ramos cometía un penalti clamorosa al tocar con las manos la pelota en el área.
Jonathan Viera coronaba su faena en el Bernabéu anotando el penalti y metiendo al Real Madrid en un problema. Nuevo ejercicio de épica. A remontar. Pero tres minutos después, con los blancos volcados al ataque, un balón largo fue aprovechado por Boateng para ganar la espalda a Marcelo y retratar a Keylor (un sospechoso habitual entre el madridismo) anotando el tercero. El Real Madrid de los meritorios, el de Isco y Morata, se deshacía como un azucarillo ante un equipo de una jerarquía incuestionable.
Épica contra fútbol
El partido, además de festejar el fútbol de Las Palmas, volvió a inicidir en una circunstancia que comienza a ser recurrente, la sumisión táctica de Zidane en la pizarra ante otro rival. En Castellón tardó una hora en descifrar el planteamiento de Fran Escribá, cosa que hizo con la entrada de Isco. Ante los canarios no tuvo capacidad ni suerte (por la expulsión de Bale) para revertir la inferioridad de los suyos sobre el tapete.
Se fue Morata frustrado (por un hat-trick anulado) y se marchó Isco. Los dos con la carga del desánimo sobre su espalda. Entraron James y Benzema. Pero este Real Madrid desfigurado nunca pierde la fe en su camiseta. Y volvió a ocurrir. Cristano redujo el marcador de penalti en el minuto 85, poniendo el empate a tiro. Una igualada que llegó en un córner en el último minuto con otro testarazo de Cristiano. Empate, salvando un punto con un jugador menos y algunos pitos en la salida.
El Real Madrid concluyó el partido con un punto en el casillero, una paliza en el cuerpo y otra vez tirando de la épica, algo que señala seriamente a dos personas: Gareth Bale y Zinedine Zidane. El primero por hipotecar a su equipo y el segundo por no reaccionar antes en el partido.
Y de Las Palmas solo se puede decir que lograron un empate de terciopelo en el Bernabéu, un escenario ue dispara la dimensión de su exhibición. Roque Mesa, Jonathan Viera, Tana, Jesé, Boateng, Halilovic... Y al fondo la vieja idea de Quique Setién: jugar a la pelota.
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