Es la base de la propaganda. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. O ya lo parece. Es la base de la marca Cristiano Ronaldo, la mayor campaña de publicidad de la historia. La insistencia, una y otra vez, muchas más de las mil en las que se basa la estrategia, en su condición artificial de mejor jugador del planeta. No es un combate sobre el césped, sino fuera de él. Consiste en recitar constantemente que es el mejor, es el mejor, es el mejor. Y al final, de tanto repetirlo, en casi todos queda que es el mejor. Y ya lo parece. Y llega la elección del Balón de Oro y el nombre sale solo: Cristiano Ronaldo. Y hasta arrasa.
Pero una mentira repetida mil veces no es una verdad, es sólo una mentira repetida mil veces. Cristiano no ha sido el mejor futbolista de 2014. Y por eso Johan Cruyff, acostumbrado a ver por sí solo la realidad, a mirar el fútbol sin las gafas dominantes de la propaganda, no sólo discrepa de la elección, sino que la califica de absurda. Porque es absurda. Porque se ponen en la balanza los criterios habituales que condecoran a los mejores futbolistas del mundo y a Cristiano se le cae corona por su propio peso. Y por eso Cruyff proclama que no se toma en serio los premios del Balón de Oro. Porque no lo son.
Pero es la base de la propaganda. Y son tantos los que repiten mecánicamente la mentira que al final parece que el loco es justo el tipo que de repente dice la verdad. Y no, pese al ruido, Cruyff es el cuerdo.
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