El 12 de enero Cristiano fue elegido Balón de Oro. Messi, que también optaba al galardón, se quedó sentado, observando como a su rival le llovían los elogios y, ya de paso, como expelía un grito al final de su discurso que iba a dar la vuelta al mundo. Aún no se entiende bien el grito que, como se ha visto posteriormente, fue algo parecido a cortarle el pelo a Sansón. Desde entonces Cristiano no ha levantado cabeza y Messi domina la escena a su antojo.
La cara de Henry al dar el premio era un poema. El grito, ese grito. Cristiano dijo al recibirlo que su objetivo era lograr el cuarto Balón de Oro, igualar a Messi. Comprar tickets, piensa él, para ser considerado el mejor de siempre, un lugar donde, según su machacón representante Jorge Mendes, ya está.
Si quiere de verdad ganar el cuarto esta temporada necesita un cambio drástico y absoluto de lo que se ha visto después de esa gala. Cristiano está siendo un jugador más, perdido, roto, en un estado de forma lamentable, pedestre y ofuscado. Messi representa todo lo contrario, la excelencia, el buen hacer. Incluso se le ve más contento, dentro de la poca expresividad del astro.
El argentino ha jugado en Liga cinco partidos y ha marcado diez goles. Por si eso fuese poco ha repartido asistencias a ritmo de una por encuentro disputado. En fútbol pasar una racha en la que encadenas dos goles y una asistencia por encuentro es algo solo permitido a los elegidos. Messi suma a eso tres partidos disputados en Copa donde tampoco ha bajado el nivel, lleva dos goles y una asistencia.
Cristiano ha hundido su producción en este mes. Marcó dos goles al Getafe, en el primer partido liguero después de la entrega del premio y desde entonces solo cuenta una asistencia en los partidos disputados. En este tiempo Messi le ha recortado en ocho tantos lo que era una ventaja clara en la lucha por el pichichi. En las asistencias el argentino, que empezó el año por detrás, ya está dominando la clasificación. Malo es el estado futbolístico del madridista, pero en su caso igual es incluso peor lo que le ha ocurrido más allá de los números.
El delantero luso, altivo desde su juventud, ha demostrado sobradamente no saber convivir con los malos momentos. En este mes de pasión tuvo uno de los instantes más tristes de su carrera en su encuentro contra el Córdoba. Una agresión a un rival le supuso una sanción de dos partidos y muchos piensan que fue peor aún lo siguiente, cuando salió del estadio limpiándose el escudo de campeón del mundo, como si la escena que se acababa de dar le diese para presumir de algo.
Volvió contra el Atlético de Madrid después de su sanción y tampoco se le notó propósito de enmienda. Futbolísticamente el partido fue un desastre de su equipo que Cristiano no supo enmendar en ningún momento y cuando salió terminó encarándose con un periodista catalán. Por si todo esto fuese poco después del partido montó una faustuosa fiesta para celebrar su cumpleaños, algo que a parte del madridismo le ha sentado fatal. Malo es perder, peor aún es que no parezcan dolidos ante esa circunstancia.
Contra el Deportivo, una semana después, dio una asistencia y falló unos cuantos goles. Nadie quedó con la sensación de haber visto un buen Cristiano, que fue pitado en lances del partido y pareció desesperado. Después de un inicio del campeonato absolutamente arrollador ahora se ha convertido en un jugador desnortado, con un peligro infinitamente inferior al que se supone a alguien de su fama.
Y mientras tanto, Messi vuela, lo cual es un aldabonazo para el madridista. Nadie esconde que a Cristiano le importa su gloria personal tanto o más que la colectiva, que para él el Balón de Oro no es una consecuencia de un trabajo de equipo sino un objetivo en si mismo. Y para llegar a sus objetivos personales, desde hace muchos años ya, necesita medirse con Messi. Ahora mismo, en lo que va de año, especialmente desde que recibió el premio, entre ambos no hay color.
Tampoco se esconde que sus equipos les necesitan. Cristiano no es lo único que ha fallado este mes en el Madrid, pero su bajísimo estado de forma lastra aún más al Madrid. Recordemos que, mientras se pueda mantener sobre las piernas sin caerse, Ancelotti está decidido a no quitarle ni un segundo. El éxito del Barcelona, que también es coral, tiene como propulsor que Messi, para mucho el mejor jugador del mundo, ha vuelto a su mejor forma. Son dos multinacionales interminables, con presupuestos colosales, pero también dos clubes de fútbol que dependen de sus estrellas para ofrecer su mejor versión. Ahora mismo la cosa está clara, el Barcelona la tiene y el Madrid no.