Ya va retirándose David Beckham, ese jugador que, en los últimos años, realmente nunca sabemos en qué equipo ni en qué continente juega. Ese jugador que indudablemente es rentable en mercaderías para el club que le contrate (o subcontrate, vaya), pero del que muchos nunca hemos sabido si ha sido o no sobrevalorado en su mero rendimiento sobre un campo de fútbol.
Cuando llegó a España, al parecer con una ceja malherida a consecuencia de unas dudas similares por parte de su entrenador británico, muchos se sintieron dolidos no por su mensaje, siempre educadísimo, sino por el de su mujer, 'Posh' Victoria. Dicen que dijo "España huele a ajo". La frase de la joven –de ser cierta- no fue muy amable, pero si uno viaja algo fuera de nuestra tierra realmente llega a la conclusión de que no somos el país más guarro del mundo, pero tampoco, ni de lejos, el más higiénico. Nos cueste o no admitirlo. Pero hoy quiero hablar de otro tipo de olor, no tan corporal, no tan físico, pero sí de la esfera espiritual, anímica. Es el olor a rancio, es el olor a cobardía, es el olor a chanchullo. Olores que lo invaden todo, desde la Jefatura del Estado hasta la más humilde pedanía. Y, por supuesto, el deporte, que es de lo que conozco un poco más.
Semanas atrás me sorprendió el que en una entrevista entre profesionales del ramo se concluyera que en el fútbol español no hay rastros de homosexualidad. Un conocido entrenador, activo en la Primera División, se atrevió a decir: "No conozco ningún caso… Es más, ni siquiera he oído de que lo haya". Pues, vaya, yo conozco muchos. Y he oído hablar de otros tantos. Actualmente trabajo en el ámbito deportivo femenino, donde abunda, sí, abunda no sólo la bisexualidad militante, sino también la homosexualidad.
En realidad, la entrevista iba enfocada al fútbol masculino, pero quiero citar al deporte femenino porque cuanto más me involucro en él, más injustas me parecen las discriminaciones. Y sigamos con el fútbol masculino: yo sí he oído de varios jugadores, entrenadores y árbitros homosexuales. Desde las categorías más humildes hasta la Primera División. No diré sus nombres, dado que si no han dado ellos el paso, no procede que lo haga yo. Pero ahí están. No me creo, ni por el forro, que ese entrenador hoy en Primera no haya oído nada al respecto. Entre otros motivos, porque ha sido incluso su vecino, y no sé si hasta compartido vestuario con varios, la memoria no me llega a tanto ni me voy a poner a rebuscar.
Concluiremos pues que debe ser ese espíritu de recia virilidad hispana la que impide hablar con un mínimo de sinceridad del asunto. Un olor a rancio que tira de espaldas. Hace también poco, creo que fue el señor Tebas el que dijo que hay señales de corrupción en las competiciones futbolísticas españolas, y que se va a hacer todo lo posible por combatirlas. Loable. Pero me pregunto dónde estaban todos los hoy al parecer empeñados en ser paladines de la honestidad cuando todos sabíamos, hablábamos y hasta bromeábamos (ya sabemos que los latinos, en realidad, consideramos a los chanchulleros no como lo que son, tramposos, sino más bien como ocurrentes tipos listos) sobre los amaños de partidos, en todas las categorías. Yo mismo denuncié resultados truculentos en las competiciones regionales en las que competía, hace años, y la consecuencia fue el silencio casi general.
No escribo "general" porque fue la propia Federación la que intentó expedientarme, sin conseguirlo, pero a cambio me condenó a un no declarado oficialmente ostracismo. Y ahora me pregunto dónde estaban todos estos hoy vigilantes del honor no sólo en los tiempos de "mi" caso, sino en uno mucho más reciente y de muchísimo más calado: ¿dónde estaban todos estos cuando Badiola, desde San Sebastián, contó lo que contó y que todos, en realidad, creemos que era cierto? ¿Dónde estaban? Yo se lo digo: muchos de ellos, ocupados no en investigar, sino en negar. ¡Cómo huele a cobarde y a chanchullo en nuestro fútbol!
No sólo el fútbol, sino el deporte en general. Porque ahora que el caso 'Operación Puerto' nos explota en las manos y nos deshonra como país –sí, nos deshonra a todos-, también me pregunto, como hace todo el mundo exterior, por qué todo el expediente iba sobre ruedas hasta que Manolo Saiz y Eufemiano Fuentes insinuaron que no es justo que sólo se apalee a ciclistas y atletas. Y Fuentes fue más lejos y se ofreció ya hace un par de años a dar nombres de otros deportes, de otros deportistas. Ahí se ha parado el expediente. Mientras cayeran los brutitos y borriquitos esforzados de la ruta y del tartán, todo iba bien, pese a que cuando Jesús Manzano, hace tiempo, comenzó a denunciar, sólo un puñado de periodistas le dieron soporte.
En cualquier caso, cuando aparecieron los deportes de más 'glamour', se ha tirado tierra sobre este escándalo. Algunos desinformados hablan de filetes vascos contaminados, otros hablan de "tortillas españolas con más huevos"… pero lo cierto es que el deporte español, España entera, probablemente hoy huele menos a ajo, pero huele mucho a rancio, a chanchullo, a cobarde. Victoria 'Posh', Victoria 'La pija' puede decir, como dicen que el mundo dice, que España es un país del grupo de los PIGS. Y no se equivocan.
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