El tenis es un deporte en el que el respeto a las reglas de cortesía es obligatorio tanto en la grada como en la pista. Con la célebre descalificación de Novak Djokovic en el US Open, los aficionados al deporte de todo el mundo acaban de comprobar que si un tenista se pasa de la raya, se va a su casa, se llame como se llame y ocupe el puesto que ocupe en el ranking.
Lo que le pasó al número uno del tenis mundial demuestra una vez más que la buena educación se puede imponer en los deportes tanto para los jugadores como para los espectadores. La eliminación del serbio es un ejemplo a seguir en otras disciplinas donde parece que tanto los profesionales como los aficionados que pueblan los estadios (o que los poblaban antes de la pandemia) tienen bula para hacer lo que les venga en gana.
¿Imaginan ustedes que pudiera pasar algo similar a la expulsión del serbio con las estrellas del fútbol? Por mucho que se hable de fair play, del deportivo el financiero o el imaginario, la realidad es que la eliminación de un gran club en cualquier competición por algún comportamiento antideportivo de alguno de sus jugadores parece impensable. Lo mismo sucede si pensamos en las faltas de respeto que se escuchan en las gradas de los campos, como los insultos en general o el racismo en particular.
Parece que quienes han pagado una entrada tienen derecho a decir cualquier barbaridad, camuflados en una masa que pierde el sentido de la realidad con la burda excusa de la pasión
En los terrenos de juego del deporte favorito en España hemos visto casi de todo y casi siempre sin consecuencias. Los gestos provocativos o los pelotazos de un jugador a las gradas se finiquitan como mucho con una tarjeta amarilla. Peor aún es lo que ocurre en sentido inverso, porque parece que quienes han pagado una entrada tienen derecho a decir cualquier barbaridad, camuflados en una masa que pierde el sentido de la realidad con la burda excusa de la pasión.
Las conversaciones entre los propios rivales no andan precisamente carentes de invectivas y desprecios que las cámaras recogen al milímetro. ¿Tan difícil es conseguir que el respeto, la convivencia y los buenos modales sean habituales en los estadios? ¿Qué es el deporte -cualquiera- si se plantea como una jungla donde todo vale para ganar? Los más futboleros dirán que estoy loco, claro, y añadirán que no conozco la esencia del balompié, etcétera. Patrañas.
Djokovic ha admitido su error. Los futbolistas, en cambio, rara vez piden perdón cuando incurren en un comportamiento poco ortodoxo. El mejor exponente es lo que acaba de pasar con Messi
También la reacción de Djokovic es un ejemplo a imitar en todos los deportes. En un comunicado publicado en sus redes sociales, el tenista afirmaba sentirse "triste y vacío" y admitía su error sin ambages. "Necesito volver a mi interior y trabajar en mi decepción y convertir todo esto en una lección para mi crecimiento y evolución como jugador y ser humano. Pido disculpas al torneo y a todos los asociados por mi comportamiento".
Los futbolistas, en cambio, rara vez piden perdón cuando incurren en un comportamiento poco ortodoxo. El mejor exponente es acaso el más reciente. Lo de Messi, ya saben, que montó la que montó para finalmente decir que se quedaba y arremetiendo contra el presidente del club que le paga (y no poco). A los jugadores y a los aficionados de este maravilloso deporte se les permite todo. Y no hay razón para hacerlo. Ya es hora de civilizar el fútbol.
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