Novak Djokovic es el mejor tenista de todos los tiempos. Si usted era una de esas personas a las que le daba cosa decirlo por temor al linchamiento mediático, corra a poner un tuit o mandar una nota de voz. La bella pista central de Roland Garros, Philippe Chatrier, ha coronado al serbio como el hombre con más Grand Slam de la historia del tenis, 23 en total. En una lección de mentalidad ganadora abrumadora, Djokovic se ha impuesto en tres sets (7-6, 6-3 y 6-4) al noruego Casper Ruud, sumando su tercer Roland Garros.
No llegaba fino Djokovic a la cita en París tras una discreta gira en tierra batida. Perdió ante Musetti en Montecarlo, no disputó el Mutua Open de Madrid por problemas en el codo y cayó ante Rune en Roma. Sin embargo, el destino le tenía preparado su ascenso al firmamento en la sagrada tierra francesa, donde tantas veces maldijo el nombre Rafael Nadal. No cedió ni un set en las primeras cuatro rondas, empezando a sufrir ante Khachanov en cuartos de final.
En semifinales, como bien saben, disputó un épico encuentro ante el español Carlos Alcaraz, que vio lastrada su participación en el choque tras una serie de problemas físicos en el tercer set, que le obligaron a jugar a medio gas y entregar la cuchara en cuatro mangas, las dos últimas de paliza.
Una final made in Djokovic
Luchar contra la historia no es sencillo, y menos en una superficie que, históricamente, no ha sido muy agradecida con el librero tenístico de Novak Djokovic. Enfrente esperaba Casper Ruud, un tenista cincelado por y para la tierra batida en la Academia de Rafael Nadal. El noruego vivía su segundo viaje a las finales francesas, ya que en 2022 cayó ante el manacorí.
El partido comenzó de cara para Ruud, que impuso su dureza desde el fondo de la pista, rompiendo el servicio al serbio para avanzarse 3-0 en los primeros compases del set inicial. Pese a las dudas, Djokovic empezó a asentarse en el encuentro. Paciencia, experiencia y asegurar los golpes. El ABC del manual del superviviente. Consiguió igualar la manga, llevándolo a un tie break en el que desfondó por completo al noruego.
El segundo set fue una continuación de las inercias ganadoras de uno y las inseguridades de otro. Raquetazo a raquetazo, Djokovic cimentó una cómoda ventaja que no encontró respuesta en las manos de un impotente Ruud. Si el primer set duró hora y media, el segundo se resolvió 6-3 para el balcánico en poco más de 50 minutos.
Volvió Ruud al partido en el tercer asalto, desplegando un derroche de energía y digniedad tenística que elevaron la factura de su obra en las dos semanas que ha durado Roland Garros. Los juegos, aunque avanzaban para ambos sacadores, discurrían de una forma muy dispar. Mientras Nole se los apuntaba casi en blanco, Ruud tenía que aguantar un deuce o algún 40-30 antes de rematarlos.
La lucha duró hasta el undécimo juego, cuando Djokovic se cansó de remar y seguir el ritmo de Ruud. Cuatro golpes magistrales rompieron los sueños del aspirante, que dejó en las manos del astro conquistar el 23º Grand Slam de su vida, el que más de entre todos los hombres. Nole no falló, y su grito se oyó en toda Francia. Un tipo liberado. Un jugador sin igual. El mejor tenista de la historia. El primero en ganar todos los majors tres veces. Un conquistador insaciable.
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