Quizás había atléticos que esperaban el paraíso en Mestalla, un rival con la cabeza en otra parte y los brazos bajados. Pero el Valencia, como no podía ser menos, encontró motivación para discutirle la victoria al Atlético. No desde el fútbol, asunto que el líder tampoco frecuentó, pero sí desde el esfuerzo y el alma. Fue una reunión no demasiado jugada, pero sí muy competida. Y ahí volvió a salir airoso el equipo del Cholo, porque es lo que mejor saber hacer. Y así, gota de sudor a gota de sudor, los rojiblancos ya están tan sólo a dos zancadas del título con tres estaciones por delante. El milagro, cada vez más cerca.
Impecables los centrales, Miranda y Godín, y los dos medios centro, Gabi y Tiago, el esqueleto que sujeta este Atlético más armado por la táctica que por el balón. Y también Filipe y Koke, los del vuelo. El aspirante a campeón volvió a plantear la cita desde la anulación del rival, cerrarle las puertas, y la seguridad en la efectividad propia. Pero de la nada, los de Simeone encuentran el gol. También esta vez. Un simple globo frontal, un salto de Raúl García para peinarla hacia atrás y una salida en falso del portero contrario. Gol con valor tres puntos y un trozo de título. Lo del navarro resume muy bien lo que es el Atlético: más gol que fútbol, más trofeo que trámite.
Puedo ahorrarse dolores el Atlético, pero su argumento más luminoso escogió sufrir. Diego Costa, justo unas horas después de que su entrenador le igualara a Messi en el Barça o Cristiano en el Madrid, decidió dejar una versión más próxima a Julio Salinas. Tuvo dos ocasiones clarísimas para la sentencia, sobre todo la primera, pero las resolvió con vulgaridad, mal, dejándole la redención a tiro al guardameta.
Otra vez Simeone se dejó lo más talentoso en el banquillo, pero no importó. Otra vez ganó a su manera. Definitivamente el Atlético juega a otra cosa y tiene de rodillas al fútbol convencional. Partido a partido, final a final, la Liga está tan cerca que casi se puede tocar.
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