Ni Cristiano. Nadie se quiere tanto como Hugo Sánchez. Nadie tiene tan alto concepto de sí mismo. O nadie lo airea con tanta frecuencia y con tanta naturalidad. Pasan los años, aparecen las canas, pero su ego no ha descendido ni un centímetro. "Comparar es malo. No me gusta. Y en este caso, menos. Pero no por mí. Sino por el chico. Comparar a Raúl Jiménez a conmigo es añadirle presión". Una frase quizás cargada de razón que el único que no la debe pronunciar es el propio interesado. Pero a Hugo le sale de forma espontánea. Se siente el mejor y lo cuenta sin ruborizarse. Es Cristiano multiplicado por tres.
Una frase narcisista habitual, en su entrevista concedida a Marca, que en el fondo sirve para relajar el ambiente en torno a la llegada antinatural del delantero mexicano al Atlético. Su sueño pregonado, no de crío sino hace tan solo diez minutos, es jugar de blanco. Y es verdad que gracias a Nike y su sacrílega segunda camiseta que le ha colocado al Atlético, el manito va a consumarlo. Pero en el fondo, y deberían saberlo los que le han contratado, es su sentencia o al menos su permanente amenaza. En el mejor de los casos, la espada que va a tener su rendimiento contra la pared, sin margen para un resbalón. Si falla se lo van a recordar los ofendidos, si acierta se lo van a restregar los de su oposición. Esa declaración reiterada y grabada de amor al Madrid le va a perseguir por los días de los días. Lo va a tener difícil.
Ésa es la verdadera presión que va a sentir al vestir de rojiblanco y no las comparaciones con el rendimiento de Hugo Sánchez. Su madridismo confeso. El Madrid para Jiménez es lo más y para el Atlético es lo menos. Demasiada diferencia de principios. Raúl es ya un futbolista a una frase pegada. Y precisamente lo que le conviene es alejarse de su vanidoso antecesor. Si algún jugador representa la deslealtad en términos atléticos ése es Hugo Sánchez. Y ése es el problema exacto de que se le compare con Jiménez. Nadie en el Calderón le va a pedir al recién llegado que marque tantos goles como Hugo. Pero sí que no cometa, pese a la tentación de sus sentimientos primarios, ni la décima parte de su traición. No, mejor que no los comparen.
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