John Cruyff enreda e incordia, a veces hasta desestabiliza. Pero nunca está de más escucharle, porque acostumbra a llevar la razón. Y en lo de los fichajes la lleva. Hubo una generación, la que precisamente creció viéndolo jugar, que se resignó a aceptar que los grandes jugadores, lo que él llama peloteros y en el barrio se conoce por jugones, los mejores de la profesión, solían acabar en el Barcelona. Era su forma de fichar. Incluso le cabían los dos mejores de golpe, como pareció cuando Schuster y Maradona se reunieron un mismo curso bajo la misma camiseta. No era garantía de éxito, o de rendimiento, pero sí una exhibición de autoridad y un detalle de buen gusto.
Y esa afición por el póster la ha heredado el Real Madrid, que hasta la llegada de Florentino siempre pensó más en el equipo y la eficacia que en el brillo a la hora de contratar. Pero eso cambió. Con la fórmula de un crack por año de la primera época de Pérez (llegó a juntar a Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, el fruto de sus cuatro torres) y hasta de dos en dos en el segundo periodo. Es verdad que favorecido por la desproporción de ingresos que se le consienten con respecto a la totalidad de sus rivales (precisamente, menos con el Barcelona), pero sus fichajes siempre tienen que ser los más llamativos y los más caros. Los peloteros, o jugones, ahora acaban irremisiblemente en el Madrid, ya se llamen Bale o James. Y eso no necesariamente desemboca en un rendimiento espléndido (a veces es precisamente la razón que explica que se produzca justo el efecto contrario, la suma de egos como factor menguante), pero sí en un guiño de ilusión o de envidia. Pasó el Mundial y los que destacaron por su técnica, los peloteros, los jugones, se sumaron a su nómina. Y el año que viene ocurrirá algo similar. Y el siguiente. Y el otro. El Madrid se lleva a lo más reluciente del escaparate, de eso no hay duda.
Y ni siquiera le importa que le quepan en el campo para disfrutarlos, adquirirlos sólo por el placer de presumir. Que Kaká no juegue nunca o Isco pase a sentarse en el banquillo. Lo importante es el día de la presentación, el efecto en la tienda de camisetas y productos del club. Hubo un tiempo que eso lo hacía el Barça. Y ahora lo hace el Madrid. Una victoria incontestable cada verano, la conquista crónica del mercado. Tiene razón Cruyff en la denuncia. Lo que se olvida de decir el holandés es que precisamente cuando mejor le fue al cuadro azulgrana es cuando se olvidó de esa práctica. Y se puso a mirar a la cantera. Y viceversa con el Madrid.
El mes de julio lo ha vuelto a ganar el Madrid. Además por goleada. Ahora debe además salir ganador de algo que aún le cuesta, los meses de partido. Y desde hoy.
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