Es la ley de Jorge Mendes. Lo saben los clubes y lo saben los jugadores. Decide el negocio. Y si no, no haber firmado. El jugador no va donde quiere, o sí, sino donde le digan, donde le convenga a los inversores. Y el club no pinta tampoco. Ponga la mano, cobre y calle. Y siga la rueda. En eso consiste el juego. Gracias al pacto, valdría decir que con el diablo, aparecen como posibles lo que antes eran operaciones inalcanzables. El futbolista encuentra proyección y el equipo un caramelo. Pero al precio de perder la libertad. No haber firmado.
En ese contexto cabe situar la marcha de Diego Costa al Chelsea como el año pasado la de Falcao al Mónaco. Con lágrimas en los ojos o sonriendo, los futbolistas acaban donde les dice el fondo que posee su voluntad. Y el Atlético, que pone su camiseta como escaparate, tampoco rechista: ingresa un dinero espectacular y además con la coartada de estar obligado. Abre la caja fuerte y se encoge de hombros. Los aficionados deberían saber de qué va esto. Son ya unos cuantos años.
Y por eso no se entiende mucho esa reciente rabieta de un sector de la población colchonera ante lo que más o menos casi todos veían venir. No pretenderían que después de la temporada cuajada por el Atlético no se convirtieran sus jugadores en un filón para el mercado. No pretenderían que sus dueños se hicieran de repente los estrechos. El acuerdo es que, más allá de las fugas y sus negocios, cada año compongan un equipo ambicioso y competitivo. Y, al margen de que se quedaran el club de manera ilegal, asunto que sigue indigesto en el alma de algunos aficionados, esa parte últimamente la están cumpliendo.
Los que se vayan del Atlético, allá ellos, ya vendrán otros. Por capricho o voluntad propia, por sumisión a su agente de representación, decide el futbolista, o el que está detrás de ellos. Si Diego Costa se tiene que ir, Filipe se quiere ir oTiago pretende irse, felicidades chavales y a otra cosa. Gracias por los servicios prestados. Ustedes se lo pierden. Mientras la fuga no conlleve el destino que no puede nombrarse a ese lado del río, todo cabe. Ya se arrepentirán. El Atlético está muy por encima. Mejor centrarse en los que se quedan. O en los que en pleno amago de desbandada son capaces de pronunciar frases como las de Koke ("es muy difícil que me convenzan para dejar el Atlético") o Arda Turan ("no hay nada mejor que estar en el Atlético para mí").
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación