Pepe patea a un rival en la espalda y en la cabeza. Pepe pisa la mano de otro adversario. Pepe se acerca a otro, se lleva el dedo índice de su mano derecha a la nariz, tapa uno de los agujeros y aprieta con todas sus fuerzas para expulsar por el otro una ráfaga de mocos sobre un contrario. Violento, criminal o asqueroso, por una entrada, un insulto o una agresión, Pepe, Pepe, Pepe. Siempre Pepe, a veces por fingir dolor tras un golpe del enemigo que no ha recibido. En las malas, siempre Pepe. Porque se lo permiten y hasta se lo condecoran. Porque el Madrid hasta se lo aplaude. Suena a veces desde la grada algún tímido "con Bernabéu ya no estaba en el Madrid", pero prevalece el respaldo incluso público de su entrenador y de su presidente.
Es verdad que su brutalidad no merece que Busquets le pise disimuladamente la cabeza (el azulgrana, que recibió la comprensión institucional del otro bando, sigue sin pedir perdón por aquello) ni que Keita le tire una botella de agua (el de Malí al menos ya ha pedido disculpas por su actitud), pero hace tiempo que Pepe debería tener prohibido su acceso a un terreno de juego. Porque siempre es él. Ahora en un amistoso intrascendente que ha removido un viejo episodio olvidado o desconocido: su insulto racista (y vuelta a lo mismo, tan sólo dos días después de la injustificable y todavía sin sancionar declaración xenófoba del aspirante a la presidencia del fútbol italiano) a Keita durante uno de los encendidos clásicos de la contaminada era Mourinho.
Keita, ahora en el Roma, ha revelado el incidente (que Pepe le llamó macaco o mono durante un partido) para justificar que le negara el saludo antes del encuentro amistoso que se disputó ayer en Estados Unidos (resuelto con derrota por 1-0 de los fucsia). "Si a sus ojos no soy un ser humano, yo no le doy la mano", afirma tres años después de ser verbalmente agredido. Y de alguna manera con su retardada denuncia (y ahora quizás interesada, como ejercicio de defensa ante una imagen que personalmente le deja mal), el jugador africano explica el porqué de Pepe. Porque Pepe sigue campando incomprensiblemente a sus anchas por el fútbol (además de porque se lo permiten y se lo aplauden quienes le pagan) gracias al silencio cómplice de compañeros y rivales. La culpa en el fondo es de Keita. De todos los Keita que lo sufren o lo contemplan y se callan. Porque lo que sucede en el campo no debe quedarse en el campo, sino denunciarse al instante, actuar civilizadamente en su contra en cuanto se produce. Porque esa frase absurda aunque vigente es el escudo de los malos. De los ocasionales y de los reincidentes. De Pepe, que es el más malo de todos los malos.
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