Desde 1999, España ha estado en seis de las nueve finales que se han disputado en un EuroBasket. En los tres torneos restantes, ha sido semifinalista. Esta monstruosidad estadística habla a las claras de lo que ha supuesto la generación dorada de nuestro baloncesto en el Viejo Continente. Una sombra sólo comparable a fotos en blanco y negro de soviéticos y yugoslavos.
El optimismo en esta ocasión, sin embargo, era (quizá junto al de Eslovenia 2013) el más moderado que se recuerda en esta era. La hilera de bajas era tremebunda. Sin Marc Gasol, sin Juan Carlos Navarro, sin José Manuel Calderón, sin Ricky Rubio y, por reglamentación FIBA, sin Serge Ibaka. Para ahondar más en la amargura, la fascitis plantar tachó a Álex Abrines durante la preparación. Un listado que desmoronaría a cualquiera.
Pero el grupo humano que ha coincidido en el tiempo con la camiseta de esta España está lejos de ser uno cualquiera. Por talento, y sobre todo por pasión, no hay competitividad más enfermiza que la de nombres como Pau Gasol o Felipe Reyes. Ellos, con su espíritu, han arrastrado el corazón de los más débiles.
Si España vence este domingo, igualará los tres Europeos de Lituania
Por eso el bofetón de la pasada Copa del Mundo fue tan funesto. Jamás habíamos visto a esta generación entregar las armas con la cabeza tan gacha. En Lille, ellos mismos se han encargado de exorcizar esa imagen y devolvernos a la España orgullosa, en el mejor sentido de esa palabra. Volvemos a reencontrarnos con la esencia de una camada que se niega a envejecer. Todo en orden.
La Selección ha conseguido ya en tierras galas alguno de sus principales objetivos: estar en la final y tener plaza asegurada para los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero quiere redondear la fiesta y volver a dominar Europa, yendo de nuevo en un torneo de menos a mucho más. Nadie se acuerda ya de cómo tragaba saliva en aquel tiro libre de Dennis Schröder.
Ahora, en la final, España tiene que bajar del pedestal en el que le han puesto los elogios internacionales para volver al barro, su hábitat en este torneo. El esfuerzo y el oficio, arropando al talento extraterrestre de Pau Gasol, han sido la guía de este equipo.
La Lituania de Jonas Kazlauskas, el oponente, es una selección con un camino parecido en el campeonato (llegó a caer frente a Bélgica y sólo pudo ganarle por dos puntos a la débil Estonia), moral resucitada y merecimientos ahora similares, tras dejar a Serbia e Italia en la cuneta. Si España vence este domingo en el Pierre Mauroy (19:00 horas), igualará a los bálticos como la nación existente (la U.R.S.S. y Yugoslavia ya no están en el mapa) con más cetros continentales. Qué mejor rival para volver a ser grandes.
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