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El 'fair play' financiero y otras bromas de mal gusto del fútbol actual

Este verano de fichajes galácticos frustrados como el de Mbappé y marchas traumáticas como las de Messi y Ramos ha sido especialmente revelador para entender cómo funciona el fútbol actual,

Este verano de fichajes galácticos frustrados como el de Mbappé y marchas traumáticas como las de Messi y Ramos ha sido especialmente revelador para entender cómo funciona el fútbol actual, ese que como no nos cansamos de decir aquí, no es fútbol o ya no sólo es estrictamente fútbol. Vivimos tiempos penumbrosos para este bello deporte que no es que sea un negocio -siempre lo fue y eso no tiene por qué ser negativo- sino que se ha convertido en una suerte de juego con las cartas marcadas.

Ahora manda la trampa porque las normas existen pero no para cumplirlas. Uno de los mejores ejemplos es ese famoso fair play financiero -obligar a que los clubes no gasten más de lo que ingresan para garantizar su viabilidad- que supuestamente impone la UEFA a los clubes que participan en competiciones europeas. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que esta medida, de facto, no afecta a los dos grandes clubes comprados por los petrodólares, el Manchester City y el PSG, que gastan lo que les viene en gana en compras y sueldos que los demás equipos no pueden aspirar a igualar.

La verdad es que resulta desternillante imaginar por un segundo las carcajadas de los jeques cuando las gentes de sus cohortes les hablen de que algo no se puede hacer por "el fair play financiero". Podrían contestar, claro, que el Mundial de Qatar también parecía imposible, por recordar otra de las bromas de mal gusto del balompié actual. Ya puestos a elucubrar, resulta más creíble visionar al jeque del PSG, Al-Khelaifi, mirada de tiburón y sonrisa de Joker, diciendo a sus subordinados aquello de "esto lo hacemos y punto" mientras consulta en su muñeca algún reloj de medio millón de euros.

Ahora parece que la UEFA, presidida por ese Aleksander Ceferin que parece un sicario de cualquier película de Scorsese, va a mejorar el fair play financiero con un nuevo sistema de topes salariales al estilo de la NBA. Suena bien, pero la cosa consiste en que los equipos que superen los límites fijados tendrán que pagar un impuesto especial que luego el organismo europeo repartiría entre el resto de competidores. Por tanto, no parece que los clubes estado o propiedad de multimillonarios tengan de qué preocuparse, sino más bien lo contrario. Seguirán, al cabo, pagando por su impunidad, aunque quizás de forma más transparente y menos insultante.

Con todo, lo más bochornoso ocurrió en el Barça. Porque las excusas de Joan Laporta para no retener a Messi eran de traca. Y mejor no hablamos del cierre de mercado

No me negarán, por no salir del delirio, que también ha tenido miga ver este verano al Real Madrid ofreciendo 200 millones de euros por un jugador, Mbappé, al que en cuatro meses iba a tener gratis. El pasotismo al respecto del PSG es sólo comparable en gracia a la contradicción evidente que supone la propia oferta de un club cuyo presidente, Florentino Pérez, montó la esperpéntica Superliga pocos meses antes porque "estamos todos arruinados y hay que salva el fútbol".

Con todo, lo más bochornoso ocurrió en el Barça. Porque las excusas de Joan Laporta para no retener a Messi, culpando de ello a La Liga por el uso de la versión patria del fair play financiero, sin querer admitir una ruina que poco después él mismo aireaba, eran simplemente de traca. Y mejor ni hablamos del cierre del mercado, con aquella operación casi fuera de tiempo para que Griezmann volviera al Atleti y con los agentes de turno intentando colocar gangas de última hora para llevarse comisiones espeluznantes. Son cosas de este fútbol cuya esencia se va apagando poco a poco, como mueren casi todas las cosas bellas.

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