Ferrari sigue teniendo un problema. Y no tiene nada que ver con la Fórmula 1. Ni con el fútbol, aunque el protagonista principal de la historia sea Ever Banega, jugador del Valencia. El centrocampista acudía a entrenarse a la Ciudad Deportiva del club levantino conduciendo por primera vez su último capricho, un Ferrari 360 Módena recién comprado aunque, por algunas fotos donde se ve la matrícula, de segunda mano y fabricado a finales de 2003. Un bello deportivo rojo de gran potencia, 400 CV, y precio considerable: entre 50.000 y 65.000 euros según la versión. A 300 metros de la entrada de Paterna, Banega miró por el retrovisor y vió fuego en la parte trasera del coche. Frenó, se bajó y en apenas unos minutos su vehículo, pasto de las llamas, se convirtió en un amasijo de hierros ennegrecidos.
Las redes sociales rebotaron el suceso al mundo. Primero con alarma e inmediatamente, una vez conocido que ninguna persona había resultado dañada, con sorna. Indirecta o directamente se culpó al argentino, sobre todo porque el pasado mes de febrero protagonizó otro suceso extraño: mientras repostaba gasolina dejó mal frenado su Audi R8, con tal mala suerte que se desplazó hasta atropellarle y fracturarle la tibia y el peroné. Esta vez, sin embargo, la culpabilidad o despiste del argentino es mucho más cuestionable toda vez que algunos modelos de Ferrari han sufrido percances similares e inexplicables.
El caso más llamativo es el del Ferrari 458 -nieto mecánico del 360 Módena (con el 430 entre ambos)- que desde su fabricación en 2009 ha dado numerosos quebraderos de cabeza a los directivos de Maranello. De hecho, un año después del inicio de la comercialización del modelo, cinco unidades habían ardido en diversos puntos del planeta. Inicialmente se atribuyó los incendios a una válvula de expansión que generaba una incorrecta expulsión de los gases del combustible, pero Ferrari acabó por concluir que las llamas eran producidos por un adhesivo utilizado para fijar un panel bajo los pasos de rueda traseros que podría encenderse de forma espontánea en la zona del motor cuando este alcanzaba una elevada temperatura. Los dueños de los Ferrari quemados recibieron uno nuevo y las 1.248 unidades producidas entonces fueron llamadas a revisión para eliminar el material adhesivo. Desde entonces, en lugar de adhesivo se utilizan remaches metálicos.
El Ferrari 458 parece inevitablemente unido a la polémica. Así, hace dos meses montó un considerable revuelo a raíz de un anuncio rodado en la muralla china para presentar una nueva versión de ese modelo, valorada en 733.000 euros. Tras ser depositado con una grúa sobre una zona de la emblemática construcción que se encuentra en la ciudad de Nankín, el coche hizo varios trompos y dejó en el suelo ostensibles marcas de neumáticos que empleados de limpieza no pudieron quitar, lo que provocó numerosas quejas de ciudadanos. Ferrari tuvo que disculparse oficialmente ante las autoridades chinas. Era el penúltimo incendio provocado por un bello Ferrari. Hasta que llegó Banega.
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