La imagen que ilustra este repaso al 2016 resume la distancia que separa el éxito del fracaso en este espectáculo anteriormente conocido como fútbol. Es la jugada del gol del Real Madrid en la final de Milán. Un lance decisivo en el que Sergio Ramos está en fuera de juego cuando su compañero Bale toca la pelota. La jugada terminó con gol del del central de Camas. Un tanto fundamental para que el Real Madrid se hiciese con el título de campeón de Champions. Sin ese gol, sin ese error arbitral, nada de todo lo que ha pasado en los días, semanas y meses posteriores habría sido igual.
El Real Madrid ganó la Liga de Campeones en un mal año, otro más, en Liga de los de Chamartín. En agosto se coronó supercampeón de Europa tras derrotar al Sevilla en Trondheim. Y hace unas semanas se proclamó campeón del mundo tras conquistar el Mundial de Clubes, torneo que no dista competitivamente del torneo Carranza. Ganó la final al Kashima japonés en la prórroga después de ver cómo un árbitro de Zambia les favorecía con otro error del que sacaba tajada de nuevo Sergio Ramos, quien debió ver la segunda amarilla con 2-2, cuando peor lo pasaban los de Zidane.
El Real Madrid domina el fútbol internacional. Un equipo dirigido por Zidane, quien fue elegido sin ningún convencimiento por Florentino Pérez para suplir a Ancelotti tras recibir la negativa de Joachim Löw. Pero Zidane se ha ganado el respeto de un vestuario que gestiona con más mano izquierda que pizarra. Los cracks están felices y Zizou maneja como un malabarista el equilibrio de los egos. Demuestra así la sensibilidad que no tuvo Luis Enrique en su desembarco en el vestuario del Barcelona. Y bastante más educación en las salas de prensa que el asturiano.
Si el Real Madrid domina el fútbol internacional (dos Champions en tres años), en España el fútbol parla catalán. Seis de las últimas ocho ligas son azulgranas por una sola merengue y otra colchonera. Lo cual demuestra la falta de regularidad de un equipo diseñado perezoso que solo se rinde en situaciones de máxima exigencia, jugando en el alambre y mostrando su pegada fabricada a golpe de talonario: el Real Madrid galáctico de Florentino. Ese presidente que ha gastado más de 1000 millones de euros en fichajes. Por contra enfrente surge la continuidad de un modo de juego, el de La Masia, que malvive ahora arrinconado en la pizarra de Lucho.
Cristiano recibió el Balón de Oro sin ganar el MVP de la Eurocopa, la Bota de Oro o el pichichi"
En lo individual se produjo otra gran contradicción, al coronar Balón de Oro a Cristiano Ronaldo en un año en el que ha dejado síntomas de declive físico. Algo que confirma su aportación goleadora, sensiblemente más baja que en anteriores temporada con 51 goles. De hecho, ni siquiera se proclamó máximo goleador de la Liga, siendo el azulgrana Luis Suárez pichichi y Bota de Oro con 40 goles.
Ronaldo se hizo con el galardón tras ganar la Champions y la Eurocopa. En la primera completó un mediocre torneo apareciendo en la final en la tanda de penaltis. En la segunda se hizo notar ante Hungría y Gales, pasando desapercibido ante Islandia, Austria, Croacia, Polonia y en la final ante Francia (donde se retiró lesionado). Cristiano vio cómo se llevaba Griezmann el galardón al mejor jugador de la Eurocopa.
La Euro también demostró que el fútbol es un mentira en la que nada es lo que parece. Tras la disputa de los grupos el cuadro quedó absolutamente condicionado por un desigual reparto que enviaba a Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y España por una parte del camino, mientras en la otra campaban a sus anchas Portugal, Gales, Polonia, Hungría o Suiza.
España confirmó las sospechas. Sus jugones se han hecho mayores y Del Bosque debió jubilar a esa generación a la vuelta del Mundial de Brasil. Un papel gris en el grupo, con dos victorias ante Chequia y Turquía y una derrota con los croatas, la condenó a medirse a una Italia con más actitud que fútbol. Y la Roja se volvió a casa con el rabo entre las piernas, mientras barruntaba que los buenos tiempos han pasado a la historia. Ganó Portugal a Francia en un partido musculoso en el que un desconocido, Éder, resolvió con un zapatazo una final que ha pasado sin pena ni gloria a la historia.
Se cierra un año que demuestra que el fútbol se ha convertido en un negocio en el que prima el bussines por encima de cualquier cosa. Nunca costó tanto dinero ir a ver el fútbol a un estadio, nunca hubo horarios tan disparatados, nunca los equipos pequeños estuvieron tan lejos de los grandes. Termina 2016 con más ruido que certezas. Para muchos fue el año en que Clattenburg se comió un fuera de juegos de Ramos que dio un título al Real Madrid. Para otros, un penalti claro al sevillano. Y para los más, otro año que demuestra que hace tiempo que el fútbol dejó de ser un deporte para ser un espectáculo.
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