Comenzaremos por las malas noticias: Argentina no es el mejor lugar del mundo. No lo es -entre otras muchas cosas- porque Maxi Rodríguez, jugador de Newell's Old Boys, se levantó el pasado miércoles con la noticia de que habían fundido a balazos la casa de su abuela en Rosario. Meses atrás, una pintada había gobernado el portón principal de la suya: "El clásico o las balas", decía. Newell's perdió aquel partido y la advertencia se hizo realidad. Tras días difíciles, donde llegó incluso a plantearse la retirada, Maxi jugó el partido de ayer. Al terminar, entre lágrimas, dijo "hay que continuar".
Adrián Napolitano, 'El Panadero', se hizo famoso hace unos meses, cuando lanzó un tipo de gas pimienta a los jugadores de River mientras salían a disputar la segunda parte de su encuentro ante Boca. El partido tuvo que suspenderse y Boca quedó fuera de la Copa Libertadores. A 'El Panadero' le multaron con 10.000 dólares y una serie de trabajos comunitarios. En este caso, antes del comienzo del partido, ha sido la policía quien ha tenido que utilizar el ya famoso gas para evitar que cientos de personas sin entrada accedieran al estadio. El resultado: dos hombres heridos de gravedad al caerse de unos seis metros. ¿Adivinan? Nada. Es lo normal. Hay que continuar.
Siempre hay que hacerlo. La vorágine de los acontecimientos te empuja hacia adelante sin que puedas pararte a pensar. Te hacen creer que no hay tiempo, que mañana sale el sol y hay que jugar la revancha. Que si pierdes fracasaste y que un gol más en el marcador te otorga el crédito para casi cualquier cosa. Es así. También es una pena.
'La fecha de los clásicos' ha condensado hasta siete partidos de máxima rivalidad en menos de cuarenta y ocho horas
Decíamos que Argentina no es el mejor lugar del mundo; en medio de un campeonato desigual, con treinta equipos -primer país en hacer un campeonato de tal magnitud-, este fin de semana se han disputado por primera vez en la historia todos los clásicos en la misma fecha. Una idea maravillosa si Argentina fuese un poco menos Argentina. Si Argentina fuese lo que Argentina debería ser. 'La fecha de los clásicos', ha sido bautizada en un alarde de originalidad. Hasta siete partidos de máxima rivalidad en menos de cuarenta y ocho horas. Un alimento a la pasión. Una ruleta rusa más. Una apuesta a la histeria como estado de ánimo permanente.
En medio de ese clima, Boca ganó por segunda vez en el campeonato a River, en un partido feo que definió un gol en la primera mitad de Nico Lodeiro. Estudiantes y Gimnasia empataron a uno en La Plata; Central y Newell's empataron a cero en un partido sin apenas ocasiones, al igual que el clásico de Santa Fe entre Unión y Colón; Banfield le ganó a Lanús con un golazo de Cuero y Huracán hizo lo propio ante San Lorenzo con un tanto de Toranzo. Sólo en Avellaneda se vieron más de dos goles. Independiente le ganó tres a cero a un Racing que jugó con diez casi todo el encuentro. Casi todos ellos fueron partidos de un nivel futbolístico pobre.
"¿Te afectará la presión?", le pregunté hace unos meses a un futbolista que hacía las maletas con destino a un club europeo. "¿Presión? Si aquí pierdo tres balones, hay gente esperando en la puerta de mi casa durante una semana para insultarme cada vez que salgo. A mí, a mi padre, a mi hermana… Así que no, no creo que me afecte la presión". Ahí está la explicación: a mayor histeria y necesidad, mayores urgencias, menor rendimiento, peor fútbol.
A mayor histeria y necesidad, mayores urgencias, menor rendimiento y peor fútbol
El consuelo es que hay lugar para la esperanza. Justo después de que terminara el partido entre Huracán y San Lorenzo, Claudio Morresi, ex futbolista y ex Secretario de Deportes de la nación, tuiteó una foto que definió como “la pasión por el fútbol y el amor. Con un frío terrible, para que no vaya solo a la cancha lo acompaña. 59 años juntos”. Los de la foto eran sus padres. Uno contempla la imagen y los ve ahí, gorro y bufanda él, pañuelo a lo Susan Sarandon en 'Thelma y Louise' ella, y no puede evitar pensar que quizá todo esto tenga algún tipo de sentido que nos intentan esconder todos aquellos que malentienden la pasión.
Para ello también sirven las lágrimas de Jesús Méndez, centrocampista de Independiente, que justo después de hacerle un golazo a Racing comenzó a llorar recordando a su hermano, que se suicidó a principios de año. Siguió el partido y él, mirando al cielo, no pudo parar de llorar. O la sonrisa pícara de Tévez, diciendo que para él ganar a River en el Monumental es mucho mejor que levantar una Champions. O la sensatez de Marcelo Gallardo al reconocer con normalidad el mal juego de su equipo y la derrota.
Al final, la buena noticia son todo este conglomerado de historias, donde los protagonistas son simplemente personas haciendo un poco más feliz a otras personas los fines de semana. Y eso sí atrapa. Como decía Luis Alberto Spinetta de la música -y se puede aplicar perfectamente al fútbol-: "Que nadie olvide que nuestra función es meramente decorativa".
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