Luis Enrique comienza a estar cuestionado más allá de la grada y los resultados. En la junta directiva, donde el asturiano nunca contó con el apoyo unánime de los dirigentes, el escepticismo gana terreno a medida que los resultados se vuelven en contra.
Sin embargo, lo más significativo es que comienzan a cuestionarse sus decisiones es el vestuario. Los jugadores aún no se explican cómo se preparó el Clásico, en el que la alineación titular sorprendió incluso a los elegidos. Mathieu, sin ir más lejos, planteó en público su sorpresa por actuar como lateral. Otros jugadores, de los teóricos fijos para Luis Enrique, han quedado señalados tras ese partido por su suplencia como Rakitic o Jordi Alba.
El croata era, a juzgar por el inicio de temporada, el hombre clave en el funcionamiento del equipo, hasta el partido del Bernabéu. Desde entonces, Rakitic anda desorientado, sin conocer su rol en el grupo. Otros, como Xavi, se han encontrado con un protagonista inesperado, ya que hace tres meses estaba camino de Catar.
El grupo desconoce aún la idea de juego del técnico. Luis Enrique quiere un Barcelona más afín a su personalidad: más afilado y vertical, más de ida y vuelta. Pero esa ídea no se plasma en el campo, no acaba de concretarse en una forma de juego en la que no se sabe si conforma el once pensando en el rival o en su afán de dominar los choques, no se aclara el peso de los laterales ni se especifica si el protagonismo lo deben tener los centrocampistas o los delanteros.
Ante el Celta, Mascherano, uno de los jugadores más destacados a día de hoy, realizó una lectura del partido bien distinta a la de su entrenador. "Estuvimos incómodos. No hemos encontrado nuestro sitio en el campo", apuntó el argentino al concluir el choque. Luis Enrique rehúye el contacto directo con los jugadores y eso preocupa a los pesos pesados. En el vestuario está pendiente un cambio de jerarquías con la salida de hombres como Puyol, la pérdida de protagonismo de Xavi o el mal momento de Piqué. A día de hoy el técnico no ha señalado a su hombre de confianza, a su interlocutor en el vestuario.
Todos entienden que Messi es la referencia, pero el argentino siempre se ha limitado a ejercer de líder en el campo. En el vestuario se maneja con discreción, sigue siendo introvertido y raramente toma la palabra cuando se producen reuniones de vestuario. El grupo anda desorientado y no sabe cómo encarar el problema porque no hay fluidez en el trato con el entrenador.
Y si con los jugadores la relación es fría, con los medios de comunicación es inexistentes. El técnico se muestra desafiante en la sala de prensa (el único sitio donde habla, porque no concede entrevistas) y pone vendas antes incluso de que exista herida. El pasado sábado abrió "la veda" y calificó de "semana divertida" la que se le viene encima, cuando la actitud de la prensa no ofreció muestra alguna de beligerancia.
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