Las recientes declaraciones de Guardiola, en las que explicaba que dejó el banquillo del Camp Nou porque no se veía capaz de motivarse y motivar a sus jugadores, sirvieron precisamente para motivar, y quién sabe si también inspirar, al Barça en el clásico. Las palabras de Pep no gustaron en el vestuario azulgrana. De hecho, fueron replicadas hasta por un futbolista tan comedido como Iniesta: "Dice que él ya no supo motivarnos más, pero no seguir fue una cuestión personal suya. Sin él ganamos la Liga y llegamos a semifinales de Champions".
"Sólo puedo decir que este grupo siempre ha estado motivado", dijo Cesc. "Siempre hemos tenido ganas de ganar. Si no, hubiera sido imposible lograr al año siguiente los 100 puntos en una Liga. Sin motivación, ese logro es imposible. Y ahora seguimos motivados y vivos en las tres competiciones", añadió el centrocampista catalán.
El caso es que el Barça que saltó al césped del Santiago Bernabéu fue, no sólo un equipo motivado, sino también un equipo que creyó en ese estilo de juego que Pep Guardiola heredó como futbolista y perfeccionó como entrenador. Salvo algunos desajustes que ni el propio Martino es capaz de diagnosticar -y, por tanto, de solucionar-, el Barça se puso en manos de los cuatro jugadores que mejor interpretan el fútbol de posición que se aprende en La Masia. A saber, Busquets, Xavi, Cesc y un magistral Iniesta, de cuyo rendimiento supo sacar provecho Messi.
El argentino no sólo hizo un 'hat-trick' y superó a Di Stéfano como máximo goleador en la historia de los clásicos, sino que también asistió al propio Iniesta en el 0-1 y a Neymar en la jugada del penalti y expulsión de Ramos. Aunque lo intentó y nunca se escondió, sólo el mencionado Neymar desentonó. El brasileño es un cortocircuito en el juego del Barça por la falta de costumbre de jugar al primer toque, De ahí que la entrada de Pedro en su sustitución fuera lógica, aunque es cierto que para entonces el Madrid ya jugaba con uno menos.
Y si el Barça tiró de estilo, el Madrid también lo hizo, aunque el suyo no es tan definido. La diferencia es que mientras el de los azulgranas es activo –tener la posesión y llevar siempre la iniciativa- el del los blancos es reactivo -esperar la pérdida rival y salir hacia la portería rival en estampidas-. Tuvo mérito remontar el tempranero gol de Iniesta, con un doblete de Benzema, pero, y aunque ello suponga mentar a Mourinho, al Madrid le faltó agresividad para evitar que el Barça se pareciera al Barça.
Por más que muchos señalarán a Undiano como responsable de la derrota del Madrid, lo cierto es que el árbitro navarro concedió un penalti a Cristiano que no era. Polémica arbitral al margen, el Barça fue mejor en el cómputo general del partido. También antes del penalti y expulsión de Ramos que sirvió a Messi para marcar el 3-3. El Madrid tuvo ocasiones, generadas casi siempre por Di María y Benzema, pero le faltó juego.
Esta vez Martino apenas interfirió con sus decisiones y una de las más importantes que tuvo que tomar Ancelotti, le delató. Tras las roja a Sergio Ramos, retiró a Benzema, sin duda el mejor jugador del Real Madrid, para dar entrada a Varane. Quizás el italiano daba por bueno el empate, que sin duda lo era. Pero el paso atrás permitió al Barça jugar lejos de su área, allá donde tantos problemas tiene y el Madrid tanto peligro crea.
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