El año que el Benfica gana la liga portuguesa, como ocurrió la pasada temporada, es sinónimo de revolución en el Oporto. El club de la segunda ciudad portuguesa, gran dominador luso en los tiempos recientes, comprendió que necesitaba campos profundos y se los entregó a un entrenador español, Julen Lopetegui. El exportero, salido de las fauces de las selecciones inferiores, pensó que el camino más corto para el éxito era tirar de lo que más conocía, jugadores españoles jóvenes que en muchos casos habían pasado antes por sus manos.
Llegaron Adrián, Marcano, Andrés Fernández, Tello, Oliver Torres, José Ángel, y Campaña, así como otros conocidos de la liga española como Casemiro o Brahimi. Se podría haber pensado en un Oporto de base española, pero el tiempo demostró lo contrario. Solo Oliver Torres lleva más de 1.000 minutos disputados en liga, cifra a la que llegan otros nueve jugadores del plantel.
En algunos casos la pérdida de confianza ha sido absoluta, hasta el punto de que Adrián y Andrés Fernández se han quedado fuera de la lista de la Liga de Campeones para los cruces. Adrián, que el año pasado tuvo escenas importantes en el Atletico, costó once millones de euros en verano y fue el fichaje más caro de los lusos. Ha jugado 296 minutos, y no precisamente por lesiones o sanciones. El portero, por el que el Oporto pagó alrededor de dos millones, llegó con mucho cartel y no ha disfrutado de tiempo ni por la lesión del titular habitual, Helton.
Los jugadores españoles no son los únicos que están sufriendo en el Oporto. El propio Lopetegui se ha visto muy cuestionado en la temporada, pues los resultados no terminan de salir bien. Fue eliminado por el Sporting en Copa, es segundo a seis puntos en Liga. Solo su paso por Europa, donde fue primero de grupo en Champions con rivales buenos pero no excelentes, sirve de alivio para su primer gran trabajo en un club.
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