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Y el ganador de la Supercopa es el heredero saudí Bin Salman

El Real Madrid ganó con justicia y autoridad la Supercopa de España disputada en Riad. Sin embargo, el verdadero ganador del torneo es el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman.

El Real Madrid ganó con justicia y autoridad la Supercopa de España disputada en Riad. Sin embargo, el verdadero ganador del torneo es el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman. Un paso más para su gran operación de lavado de imagen de un régimen tiránico como Arabia Saudí.

Lo que está ocurriendo ni es nuevo ni, por ende, puede sorprendernos a estas alturas. Simple y llanamente los mandamases del fútbol se venden a los petrodólares de Oriente sin pudor alguno. Ahí está, sin ir más lejos, está la compra del Newcastle por el fondo saudí que preside el susodicho. O ahí está, ya a la vuelta de la esquina, ese Mundial de Qatar que constituye un tributo a la desvergüenza en el deporte, tanto por cómo se concedió su organización por cómo está siendo la construcción de sus estadios.

No obstante, el hecho de que este fenómeno esté ocurriendo tanto en el resto del fútbol europeo como en otros deportes no resta gravedad a los hechos que nos ocupan. Más aún si tenemos en cuenta que en el caso concreto de Arabia Saudí el impulsor de este sportwashing sea el mentado Bin Salman que, como recordarán, es el mismo hombre que promete la apertura de su régimen tras conocerse cómo se las gasta.

El heredero saudí, cuya amistad con el rey emérito también es conocida, está embarcado en una gigantesca operación propagandística, con cuyos costes quizás se repararía la pobreza en medio mundo, para vender lo maravilloso que es el país cuyo trono ocupará en unos años. Mezclar el fútbol español en semejante aventura es un despropósito, se pongan como se pongan los defensores de esta aventura. Por pura ética. Por pura higiene. Por pura lógica.

Lógicamente el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, hacedor de la cosa, defiende a capa y espada esta práctica, por cierto ya comprometida hasta 2029, nada menos. Hasta el propio presidente de la Liga, Javier Tebas, enemigo íntimo de Rubiales, defiende la idea de disputar la Supercopa en Arabia Saudí. Ambos usan como argumento que esto sirve para mejorar la marca del fútbol español, abrir fronteras, crecer, etcétera.

No hace falta ser catedrático de Harvard para responder que nadie niega que sacar el fútbol español fuera de nuestras fronteras sea bueno y tampoco que haya que explorar nuevas vías de negocio. Hasta hay que admitir que ahora la Supercopa, siendo como es un título menor, ha ganado en atractivo. El problema está en dónde se hace, porque no es lo mismo llevar el torneo a Japón o Australia, por citar lugares lejanos, que a Arabia Saudí. Por ene motivos que todos conocemos.

Porque, en suma, el mensaje que envían tanto desde la Federación Española de Fútbol, por el asunto de la Supercopa, como desde la FIFA, por el caso del citado Mundial qatarí, es que el balompié es un deporte donde todo, incluida la dignidad, puede comprarse con dinero. Ya sabemos cómo es este puñetero mundo, pero al menos antes el fútbol nos servía para olvidarlo.

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