Luis Enrique se plantó en Granada con un once disminuido por las 'rotaciones'. Esa suerte de ataque de entrenador disfrazado de descanso que dispara el suspende de los partidos y agota la paciencia de los aficionados. El aluvión de partidos que se viene encima en este abril, con siete jornadas de Liga y Champions, era la coartada de Luis Enrique para justificar el amago de 'barcelonicidio' en Granada. En los Nuevos Cármenes, ante un equipo descompuesto por la política ¿deportiva? de sus propiertarios, el técnico azulgrana se dejó fuera del once a Messi, Piqué, Umtiti e Iniesta. Los dos primeros en Barcelona, lo que convertía el asunto en un más difícil todavía.
De arranque colocó a André Gomes de extremo. Le quedan pocos sitios donde agotar su escaso crédito. Uno de ellos, el banquillo. El portugués, lento y fuera de ritmo, deambuló por el césped. Eso le convirtió en testigo cercano de la exhibición de Luis Suárez. A caballo entre el terciopelo y el esparto, anunció sus intenciones con una vaselina deliciosa con el exterior que se topó con el larguero de Ochoa. El mexicano, capaz de lo mejor y lo peor, le ganó cada mano a mano que les enfrentó hasta que en el ocaso de la primera parte un pase al espacio de Jordi Alba fue acariciado por la derecha del charrúa para superar por encima a un Memo en tierra de nadie.
El Barcelona se iba al descanso arriba. Sin embargo, nadie le quitaba cierta sensación de angustia ante un equipo esforzado pero plano. Alcaraz echó mano de Boga, que lo agradeció persiguiendo una pelota que le plantó ante Ter Stegen, al que batió con precisión. El experimento de Luis Enrique se complicaba. Hasta que Luis Suárez, disfrazado de Messi, sirvió un pase a la espalda de la zaga nazarí. Pase que convirtió en gol Paco Alcácer, al que el destino, no su entrenador, había dado una oportunidad tras la lesión de Rafinha.
Los minutos finales, con el Barcelona jugando en el alambre, obligaron al entrenador culé a tirar de Iniesta, con el que ocurrió lo esperado, entregando más y mejores balones a Neymar. Pero cuando los locales aún se relamían por la expulsión de Uche tras ver dos amarillas en dos minutos, Rakitic cazó un disparo que tropezó con Lombán y acabó entrando en la meta de Ochoa. El partido lo selló Neymar, empujando un servicio del mejor Alcácer azulgrana hasta la fecha.
Goleada engañosa de un Barça automutilado que saca adelante un partido que le permite seguir con vida en la Liga en el que han descansado jugadores que han vivido una semana convulsa como Messi y Piqué. Más por lo extradeportivo que por lo que sucedió en el campo. Ahora toca esperar que el Atlético provoque un traspiés del Real Madrid en el derbi.
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