Durante años, las grandes potencias mundiales han hecho negocios con todo tipo de dictadores. En referencia a Somoza, Theodore Rooswelt acuñó la frase "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". De este modo, el presidente de Estados Unidos validaba las prácticas con la dictadura nicaragüense.
Una cosa es estar en contra de todas las dictaduras y otra distinta boicotearlas mientras otros sacan beneficios de ellas. Habrá quien piense que es una cuestión de valores, aunque posiblemente quienes lo hacen usan ropa marroquí, utilizan tecnología china o golpean balones fabricados por niños en Pakistán.
Esto es lo que ha sucedido con medios como la 'ESPN', 'The Washington Post' o 'The Guardian', que se han atrevido a criticar a la selección española por ir a jugar un amistoso a Guinea Ecuatorial, cuando sus respectivos países han mantenido y mantienen dictadores por todo el mundo.
Igual que el PNV, al que en el año 2000 no se le escuchó la menor crítica por el partido que la selección de Euskadi disputó contra la selección de Marruecos, o ERC, cuando en ese mismo año Cataluña se enfrentó a China y no pararon de hacerse fotos . Cuando interesa, se vende que es mejor llevar ilusión al pueblo y cuando no, resulta que apoyas al dictador. Todo ello tiene algo en común: hipocresía.
Llegados a este punto, las críticas a la selección española por jugar en Malabo sólo pueden deberse a la envidia. Es una selección ejemplar en todos los aspectos y una Federación que devuelve dinero al CSD porque es capaz de autogestionarse. Sí, una mala imagen para todo un entorno político que sólo sabe vivir de subvenciones.
El error del presidente de la RFEF, Ángel María Villar, es no dorar la píldora a todos los que le critican, tener personalidad y pasar de ellos. Es posible que, al igual que Rooswelt con Somoza, Villar pensara que Obiang "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Quizás España sea un país de segunda división, aunque como selección de fútbol es la mejor del mundo.
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