En un Mundial dominado de forma dictatorial por Mercedes, las últimas carreras sirven para dirimir el título entre sus dos pilotos, que no es una batalla menor, y para intentar atisbar la evolución y sensaciones de los demás equipos de cara al camponato de 2017.
En esa guerra por la gloria entre Hamilton y Rosberg, ambos cumplieron en México. El inglés ganó, que es lo único que puede hacer a la espera de algún error grueso de Rosberg. Pero este, ni falla ni arriesga. Fue segundo y es consciente de que le quedan dos citas en las que ese temple le haría campeón del mundo.
Por detrás, Red Bull ya dejó de sorprender hace tiempo. Han pasado por encima de Ferrari para situarse como segunda escudería por méritos propios. Con un motor Renault pero un chasis excelente, incluso han exhibido en la carrera mexicana una disciplina perfecta cuando Ricciardo dejó pasar sin problema a Verstappen.
Ferrari sigue a lo suyo, que no se sabe exactamente qué es. Porque hacen lo mismo en cada gran premio: amagan y no dan. Y eso tiene desquiciado a Vettel, que paga su frustración insultando por la radio a cualquier piloto que se lo pone un poco difícil.
El alemán llorón finalmente se ganó el último puesto del podio en el despacho, después de faltar gravemente al respeto por radio a Charlie Whiting, director de carrera. "Que te jodan", le dijo en inglés.
¿Y qué decir de McLaren? Nada. Porque nada ofrece. En un circuito muy exigente, Alonso y Button volvieron a sufrir con un coche que falla en todo. Ni tiene motor ni tiene chasis. La duda que corroe al pilotos y los aficionados españoles es: ¿serán capaces de mejorar tanto y de verdad el año próximo?
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