La memoria puede jugarnos malas pasadas si no la ejercitamos con asiduidad. Eso le ha pasado a la liga saudí, que creía estar reinventando el fútbol moderno con su agresiva estrategia de fichajes a golpe de talonario, anhelando leyendas en horas bajas o jugadores que buscaban un retiro dorado para sus familias. Rustin Cohle, icónico personaje de True Detective, magistralmente interpretado por Matthew McConaughey, decía que "el tiempo es un círculo plano".
Aunque la frase es una referencia filosófica al concepto del eterno retorno de Friedrich Nietzsche, no deja de ser perfectamente aplicable a la vida y al fútbol. Todo se repite una y otra vez en un bucle de tiempo infinito. Cuando Arabia Saudí decidió, el pasado año, saltar la banca y hacer de su competición un gigante del balompié mundial, no estaba más que recogiendo el guante de otras ligas extranjeras que lo intentaron (y fracasaron) antes que ellos en el pasado.
La MLS estadounidense, la liga de China, Japón, Qatar, México o incluso Australia han sido los predecesores de Arabia Saudí en esta OPA hostil al fútbol europeo. Pelé jugó en el New York Cosmos; Guardiola en Sinaloa y el Al-Alhy de Qatar; Andrés Iniesta en el Vissel Kobe japonés; Xavi en Al-Saad; Del Piero en Sydney FC; Gerrard, igual que Beckham, en Los Angeles Galaxy; Kubala en el Toronto Falcons; Butragueño y Míchel en el Celaya mexicano, por citar algunos ejemplos.
El concepto de retiro dorado y petrodólar ya estaba inventado antes de que Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí, pusiera en marcha una estrategia a largo plazo para el fútbol en su país. Con el Mundial de 2034 en el horizonte, la liga saudí se cansó de esperar a que los futbolistas eligieran sus clubes para iniciar su cuesta abajo y empezó a quemar billetes a un ritmo vertiginoso.
En verano, la competición gastó 1.000 millones de dólares en fichajes. Evidentemente, la mayor adquisición fue la de Cristiano Ronaldo por el Al-Nassr, quien firmó hasta el año 2025 por 200 millones por temporada. Más o menos en aquellos meses, terminaron desembarcando, junto al de Madeira, nombres de la talla de Karim Benzema, Neymar Jr., N'Golo Kanté, Sadio Mané, Jordan Henderson, Riyad Mahrez, Gabri Veiga o Kalidou Koulibaly.
Aunque todos sabemos que lo que rodea a la liga saudí es más lúgubre que la novela El túnel, de Ernesto Sabato, los jugadores van allí a cobrar sus nóminas haciendo lo que saben, jugar al fútbol. La llegada de CR7 desató una oleada de críticas, muchas de ellas de meapilas que harían lo mismo en sus ámbitos laborales. Porque, al final, la vida va de llenar la nevera, te dediques a lo que dediques.
Arrancó la temporada 2023/2024 y parecía que sí, que la liga saudí sí tendría éxito, que podría acercarse, aunque fuera mínimamente, al ecosistema balompédico europeo. Pero el prestigio y la gloria siguen sin hacer parada en el desierto.
El declive de la liga saudí
A excepción de Cristiano Ronaldo, cuya profesionalidad y hambre competitiva se estudiará en las escuelas de fútbol, el listado de gatillazos en la competición saudí es importante. Karim Benzema, segundo Balón de Oro que pisa los verdes pastos árabes, que ha estado en busca y captura durante la pretemporada por incomparecencia, se ha devaluado hasta los 15 millones.
Como él, decenas. Henderson, Kanté, Mané, Veiga y Neymar son varios de los sospechosos habituales. Especialmente sangrante el caso del brasileño, que se ha ido de fiesta con el cruzado roto. Los 8.000 espectadores de media en los estadios y la nula pasión de los aficionados saudíes son dos condicionantes que están empujando a los mandatarios a tirar la toalla.
Aunque el Mundial que acogerán dentro de una década es un aliciente gigante para mantener el proyecto, la realidad es que en el mercado invernal han gastado solo 23 millones de euros en un futbolista, Renan Lodi. Es decir, una inversión 41 veces menor que la del estío. Únicamente 9 de los 18 clubes de la liga saudí han movido ficha en el mercado. Salvo la llegada del brasileño, los 22 jugadores restantes que han animado la ventana invernal han sido a coste cero.
Claro síntoma del agotamiento que sufre la competición en tan poco tiempo de vida. Al final, por más que les duela a los presidentes y jeques, es absolutamente imposible acercarse a Europa. No hablo solo de los grandes equipos o la Champions League, cualquier liga, bien sea de Primera o Segunda, tiene mil veces más reconocimiento, seguimiento y prestigio que cualquier intento vacuo de estos países de crear artificialmente algo parecido. Disfrutemos mientras podamos de Europa, otrora último bastión de pureza futbolística existente.
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