Si algo ha destacado en este año 2021 en el mundo del fútbol, eso es la caída a los infiernos del Fútbol Club Barcelona. La elefantiásica crisis económica del club, primero, y la traumática marcha de Leo Messi, después, provocaron una suerte de tormenta perfecta que colocó a los azulgranas en una situación insólita en el tramo final del año.
Hay que frotarse los ojos antes para admitir que uno de los clubes más poderosos del mundo atraviese semejante momento institucional y deportivo. Eliminado de la Champions en fase de grupos, algo que no ocurría hace veinte años. Sin opciones en la Liga, donde tendrá que pelear duro para quedar entre los cuatro primeros y lograr billete para el torneo continental. Con un grupo de jóvenes desconocidos hasta anteayer tirando del carro. Con la urgencia de vender jugadores para poder fichar a alguno en la próxima temporada. Y, por si todo eso era poco, asfixiado por una deuda de más de mil millones de euros.
No obstante, lo que mejor ejemplifica el grado de la crisis del club catalán es la marcha del mejor jugador de su historia. Messi tuvo que decir adèu simplemente porque el Barça ya no podía pagarle. Cuando en el verano de 2020 amagó con irse mediante aquel episodio lamentable del burofax, parecía que La pulga se marchaba. Pero todo se recondujo a tiempo. La marcha de Josep María Bartomeu -ese gestor inolvidable- y la posterior llegada de Joan Laporta a la presidencia del club también abonaban el terreno para la ansiada renovación del argentino. Los medios lo daban por hecho. Hasta que todo se torció en el último momento. Las lágrimas de su despedida todavía no han cicatrizado en el imaginario de los aficionados culés.
Como el Barça dependió tanto de su estrella durante tanto tiempo, ahora ocurre que el equipo azulgrana parece desnortado, perdido, sumido en un naufragio eterno
La depresión post-Messi está siendo peor de lo que se creía. Como el Barça dependió tanto de su estrella durante tanto tiempo, ahora ocurre que el equipo azulgrana parece desnortado, perdido, sumido en un naufragio eterno. No solo es que los resultados sean tan malos como ya se ha dicho. La cosa es más grave porque por momentos parece que sus ex compañeros no saben ni moverse por el campo sin el diez que casi todo lo resolvía.
El pagano del desastre terminó siendo Ronald Koeman. La directiva de Laporta, de por sí castigada por los errores de la etapa anterior, se equivocó al mantenerlo, quizás porque solo lo mantuvo porque era demasiado caro despedirlo. El equipo era una caricatura, sí, pero quizás lo hubiera sido con cualquiera al frente, ya que la nefasta planificación, los fichajes erróneos y la plaga de lesiones no eran fáciles de sortear. En todo caso, su adiós estaba más que anunciado. La fórmula elegida fue fichar a Xavi Hernández cuando quizás ya era tarde. En este momento se perciben algunos brotes verdes en el Barça, pero la crisis continúa porque los milagros no existen.
Para colmo, los azulgranas tampoco tienen suerte. El Kun Agüero, su principal fichaje para este año, acaba de retirarse del fútbol por una lesión cardiovascular. No hay esperanza en el infierno.
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