El caos se ha adueñado de las sedes de la Costa Azul en esta Eurocopa. Horas antes del partido del Grupo B entre Inglaterra y Rusia, los aficionados de ambas naciones repitieron los altercados que ya protagonizaron en 1998 en esa misma ciudad durante el Mundial de Francia y que habían provocado que el envite fuera declarado de alto riesgo.
Pero nada impidió que la situación degenerara. Si los días pasados fueron los hooligans ingleses los que habían desencadenado enfrentamientos con las fuerzas del orden en las zonas de pubs de la ciudad, en el entorno del Puerto Viejo, con la llegada de los rusos la tensión creció exponencialmente.
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En una de esas peleas, un aficionado inglés de unos cincuenta años de edad fue apaleado con barras metálicas por radicales rivales, que le golpearon en el rostro. Reanimado en un primer momento por un agente, el hombre fue trasladado de urgencia a un hospital de La Timone y todavía se debate entre la vida y la muerte. Otros dos ingleses se encuentran en estado grave y dos decenas de personas tuvieron que recibir atención médica.
Las autoridades enviaron refuerzos de antidisturbios al centro de Marsella y trataron de dispersar a los violentos con gases lacrimógenos y cañones de agua. Tras de sí dejaron un paisaje desolador de mobiliario urbano destruido, escaparates destrozados y numerosas botellas, sillas y mesas de cafés desperdigadas por el suelo.
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El panorama, una vez comenzó el partido, no mejoró. El evento puso de manifiesto importantes fallos en el sistema de seguridad implantado para la Euro, que se supone que fue fortalecido a raíz de los atentados de París del pasado año. Pese a que los fans tenían que traspasar tres anillos de seguridad preventivos y que todos los bultos que portasen debían ser inspeccionados, los rusos lanzaron cohetes, encendieron bengalas e hicieron estallar un fuerte petardo en los minutos finales del encuentro.
Los miembros de la seguridad del Vélodrome, entonces, se vieron obligados a desalojar un fondo al producirse nuevas peleas entre ingleses y rusos. Tras la portería que en ese momento defendía Joe Hart se ubicaba la mayoría de los aficionados del país del águila bicéfala, pero también una parte de los británicos. El postrero gol de Berezutski, en el penúltimo minuto de la prolongación, provocó que se recrudeciesen unos disturbios que se han extendido durante toda la noche de nuevo en las calles del centro e incluso en un metro marsellés que ha terminado por cerrar sus líneas.
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La capital de la Provenza, con todo, no ha sido el único epicentro de la violencia en el torneo continental. La previa del Polonia-Irlanda del Norte se ha visto igualmente empañada por las revueltas en el cara a cara entre ambas turbas en la ciudad de Niza.
La UEFA, por su parte, se ha terminado pronunciando. Ha expresado su condena "firme" ante los altercados de Marsella, aunque ha recordado que sólo puede "adoptar medidas disciplinarias con lo que ocurre dentro del perímetro del estadio". Por desgracia, en su Eurocopa se habla, por ahora, más de sangre que de fútbol.
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