El pasado martes 14 de junio en el estadio Geoffroy-Guichard de Saint-Étienne se reunió el 10% de toda la población del nórdico y gélido país de Islandia. El motivo no era baladí: su selección nacional de fútbol debutaba en una Eurocopa por primera vez en su historia enfrentándose a la rimbombante Portugal de Cristiano Ronaldo, una de las supuestas favoritas al título. Era el escenario idílico para una clara derrota que nadie les reprocharía ante uno de los cocos del campeonato. La fiesta estaba asegurada. Pese a que Islandia comenzó peleona, fue Portugal quien se adelantó en el minuto 30 con un gol de Nani. En la segunda parte, lejos de entregarse, los islandeses sacaron el orgullo y empataron gracias a un tanto de Bjarnason poco después de la reanudación. Se echaron atrás, pelearon como vikingos, defendieron su honor y terminaron rescatando el empate. Ese día, al terminar el encuentro, Cristiano Ronaldo dijo: "jugando así, Islandia no llegará lejos. Tiene mentalidad de equipo pequeño".
Lo cierto es que pecaba de ignorancia el astro portugués al despreciar al conjunto escandinavo. Es cierto que son un país pequeño y debutante, pero eso solo les sirve para camuflar su verdadero nivel. Ya estuvieron cerca de entrar en el Mundial de Brasil. Entraron en la repesca y solo la punzante Croacia les privó de la gloria. En la fase de clasificación para la Eurocopa, dejaron fuera a Holanda, semifinalista del último Mundial y finalista en el anterior. Y lo hicieron por la puerta grande. Primero les ganaron en Reikiavik por 2-0, y en el segundo partido asaltaron el Amsterdam Arena imponiéndose 0-1. Al final de la clasificación terminaron como el equipo con menos goles encajados de su grupo, solo seis, tres menos que el segundo. Dominaron con tanta autoridad el grupo que a tres jornadas del final ya estaban clasificados, y se permitieron sumar solo dos de los últimos nueve puntos frente a Kazajistán, Letonia y Turquía. No solo ganaron, sino que además arrasaron.
La generación de "los niños bajo techo"
El resto de la historia está en todos los medios. Islandia empató su segundo partido con Hungría y venció en el último minuto el tercero contra Austria, lo que les mandó al lado duro del cuadro. En octavos de final, y contra todo pronóstico, eliminaron a la pomposa Inglaterra pese a comenzar perdiendo a los tres minutos. La fe islandesa fue proporcional al habitual abrumamiento inglés en estas citas y obraron la remontada. Para dar valor a esta hazaña basta un dato: en Islandia solo hay 72 futbolistas profesionales y ni siquiera tienen una liga local, en Inglaterra hay más de 4000 jugadores y disfrutan de la liga más lujosa y multimillonaria del mundo, la Premier League. Por eso, lo del pasado lunes fue algo más que una victoria, fue el triunfo de un modelo y el fracaso de otro.
El modelo se enseña desde la base, desde que los profesionales millonarios son unos niños. Se enseña unos valores y un estilo de juego. En Islandia eso es particularmente difícil. El clima extremo no favorece la proliferación de escuelas de fútbol, por lo que esta generación de jugadores tuvo que crecer practicando en terrenos de juego dentro de invernaderos, o como ellos los llaman, "casas del fútbol". Instalaciones de alta tecnología con calefacción ubicadas en domos donde los chicos pueden practicar el deporte durante los meses más duros. Cuentan con vestuarios, césped artificial y gradas de hasta 2.000 asientos, como las del estadio de Breidablik. Un lujo desarrollado durante la burbuja inmobiliaria que ahora está dando sus frutos y del que presumen en la televisión local, en la que están alcanzando cuotas de pantalla del 99,8% durante los partidos, bajo el lema "En 30 años hemos cultivado una base".
El entrenador, un dentista a tiempo parcial
Islandia es una excepción hasta en esto. Cuenta con dos entrenadores, algo totalmente inviable en otros países y clubes donde los técnicos pueden renunciar a todo menos a su ego. El primero de ellos es Lars Lagerback, quien se puso al cargo de este proyecto hace cinco años. El sueco ya llevó a Nigeria al Mundial de Sudáfrica en 2010 y ha anunciado que se retirará después de este torneo para poder dedicarse tranquilamente a su familia. De hecho, tenía un contrato firmado con la televisión por cable sueca Viasat para comentar esta Eurocopa en directo, pero finalmente un imprevisto le hizo tener que renunciar a él. El segundo es Heimir Hallgrimsson, dentista de profesión y antiguo entrenador de fútbol femenino. Llegó al cargo en 2013 pero aún ejerce su profesión cuando no tiene que acudir a la Federación Islandesa. Cuando les preguntan acerca de como solucionan los problemas de la bifalia en el banquillo simplemente recurren al viejo refranero: "dos cabezas piensan mejor que una". En el momento en que este peculiar dúo se hizo cargo del equipo, Islandia se situaba en la 106º posición del ranking mundial de la FIFA. Hoy son 34º, y se espera que suban aún más al término de la Eurocopa.
Dos de los miembros de esta Cenicienta son antiguos conocidos de nuestro fútbol. El primero Alfred Finnbogason, quien pasó sin demasiado acierto por la Real Sociedad, el segundo Eidur Gudjohnsen, antiguo jugador del Barcelona y el único miembro del equipo cuyo apellido no termina en -son. El delantero islandés era, hasta este torneo, la mayor leyenda futbolística de su país, e incluso fue miembro de rotación del antológico Barça de Guardiola que consiguió el triplete. Debutó en la selección en un Islandia-Estonia en 1996, entrando en la segunda parte en sustitución de Arnór Gudjohnsen, su padre. Pero sin duda la estrella del equipo es Gylfi Sigurdsson, jugador del Swansea y portador de la camiseta número 10, la de los grandes. Autor del empate ante Inglaterra, su calidad técnica y visión de juego le están convirtiendo en el jugador revelación del campeonato y pieza cotizada del mercado de fichajes.
La danza vikinga, conjura entre equipo y afición
En el horizonte a Islandia le espera la prueba más dura de todas. Francia, la anfitriota y principal favorita a ganar el trofeo. Todo lo que no fuese un triunfo galo sería una sorpresa de dimensiones bíblicas. Los franceses tendrán la presión de todo un país sobre sus hombros y, salvando la segunda mitad frente a Irlanda, las sensaciones no están siendo buenas. De eso se está lucrando Islandia. De equipo sobrepresionados y ansiosos que se estrellan contra su muro. Habrá partido. En las gradas los islandeses volverán a ser minoría, pero como hiciesen el lunes en Niza no pararán de animar, de intimidar y de interpretar su danza vikinga de la victoria con la que ayer, tras el pitido final, volvieron a celebrar una noche histórica para su país. Porque Islandia no es el Leicester, es mucho más. Islandia es el orgullo escandinavo dispuesto a conquistar Europa.
https://youtube.com/watch?v=HQHZ8XelHKY
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