Con Falcao se van 28 goles a la liga francesa. Negredo se lleva 25 a la Premier. Y Aspas 12. El Calcio captura 16 de Higuaín y también recoge los de Fernando Llorente, un solo tanto el curso pasado, vivido casi de espectador, pero 17 el anterior. Saviola entrega siete al campeonato griego. Y está por ver en qué territorio acaban los 24 de Soldado, por el que el Tottenham está decidido a invertir una millonada. La Liga BBVA, habitual importador de goles, ahora los exporta. La temporada anterior ya tuvo que renunciar a los 15 tantos respectivos de Michu y de Koné. España vendía fundamentalmente pase al extranjero, pero ahora también el gol. La Liga se queda de golpe más o menos sin un centenar.
Como siguen Messi y Cristiano, garantía de descomunales cifras realizadoras, el rapto no parecerá tanto. Porque habrá de nuevo combate estrella por el pichichi. Y quién sabe si Neymar, que éste sí ha venido, se incorporará a la batalla. Pero lo evidente es que el fútbol español se debilita. Ha menguado su tesorería y los efectos los va a acusar dentro del área. El gol, al menos el de primera línea, se pira.
Resulta paradójico que Del Bosque se quejara de la falta de nueves donde escoger para completar su selección, que no viera delante de sí a ninguno en condiciones, y lo atractivos en cambio que resultan para los equipos foráneos con dinero. No todos los delanteros que con su marcha merman la capacidad anotadora de la Liga son producto nacional, pero sí unos cuantos.
De hecho, salvo con Villa (y pendientes de lo que ocurre con Soldado), que además está obligado a reinventarse, a recuperar su versión rematadora de antes de antes del ninguneo del Barça, el seleccionador va a tener que rastrear por parabólica el estado de forma de sus delanteros habituales. O encontrar piezas nuevas a las que mirar de cerca: Diego Costa, ya nacionalizado español, Adrián si vuelve, Morata si le dejan, o Rubén Castro o Agirretxe si se mantienen.
Quizás se ajuste más esta situación del mercado con la realidad financiera del fútbol español, acostumbrado durante tanto tiempo a vivir por encima de sus posibilidades y enseñar lo mejor de lo mejor en su cartelera. Pero en cualquier caso esta fuga de goleadores que afecta a todos los equipos menos a dos resulta significativa y al tiempo inquietante, difícil de digerir por el aficionado. Una prueba más, al menos un indicio, de que la Liga está perdiendo gancho. Y ya veremos cuándo lo consigue recuperar. Al gol, desde luego, se le echará de menos.
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