De Luis Suárez se sabía que era un gran goleador, que su Liverpool había estado más cerca que nunca de ganar la Premier gracias a sus goles, que despuntaba desde que estaba en el Ajax y que su Uruguay plantaba cara a cualquiera. También que tiene tendencia al mordisco. Es más, la primera imagen que llegaba a la cabeza de tan colosal estrella era precisamente esa, la de un chico talentoso con cierta querencia a los problemas.
En el Mundial de Brasil volvió a pasar, un forcejeo con Chielini, un mordisco en el brazo y, esta vez, una sanción ejemplar. La FIFA, esa institución oscura, decidió dar ejemplo con los mordiscos de Suárez. Nada más impropio en un campo en fútbol que convertirse en vampiro, pensaron los mandamases.
Cuatro meses fuera de su profesión y una fama de problemático lógica, porque es cierto que los arrebatos de Suárez, no cabe duda, sobran. El TAS no le quitó ni un día de pena, pero al menos le dejó entrenarse con su equipo. El Barcelona no tuvo problema ni con la sanción ni con la fama de pendenciero y decidió ir a por ese jugador con asterisco. Acertó, hoy es evidente.
El Barça no tuvo ningún problema con la fama de conflictivo de Suárez
Luis Suárez es impulsivo, cientos de psicólogos salieron los días siguientes al suceso de Brasil para tratar de desentrañar la psique del uruguayo. Un análisis más cercano del jugador, del día día, cambia la percepción. Parece alguien medianamente tranquilo, hablan bien de su compañerismo y se expresa con fluidez cuando tiene un micrófono delante. Sería ejemplar si no fuese por sus brotes.
En realidad Suárez no es el primero así en la historia del fútbol y otros, con talento y constancia, dejaron sus locuras como una anécdota en una biografía mejor construida. Un ejemplo claro, y cercano, es el de Zidane. Callado, silente, extremadamente educado, en su carrera tiene un cabezazo grosero a Materazzi, otro a Kientz, un manotazo a Quique Álvarez o un pisotón a un saudí en el 98. No es sor Zidane, a pesar de que el recuerdo de él tenga mucho más que ver con su humildad y talento que con sus accesos de ira.
Ese puede ser el molde de Suárez. Debe ser el molde de Suárez. Tiene que dejar de lado su lado de mister Hyde y sacar siempre a relucir a Jekyll. En el Barcelona, por el momento, parece haberlo conseguido. Tardó en debutar, lo hizo contra el Madrid. Pronto empezó a ser un buen colaborador en el ataque, aunque en principio parecía seco de goles, el tiempo le devolvió también eso, que no en vano es su mejor cualidad.
Destaca su buena relación con Messi, al menos en el terreno de juego. Se cuenta que fue el argentino el que decidió que Suárez, y no él, jugaría en el frente de ataque. Era lo lógico, el uruguayo es el más adecuado para jugar de ariete, se pierde en otras posiciones mientras que Messi podría desempeñarse hasta de portero. Luis Enrique, por miedo al argentino, propuso una opción diferente, pero la estrella puso cordura y terminó funcionando todo a la perfección.
Neymar, lambretas, goles y anuncios
En el otro flanco de ataque estará el tercero en discordia, Neymar. El brasileño es un producto de su tiempo, quizá más que nadie en el mundo del fútbol. En él es tan importante el juego, exuberante, como el marketing, incesante.
La última semana ha estado de actualidad por una frivolidad que pisoteaba los códigos del fútbol. Neymar, en realidad, no hizo nada ilegal, una lambreta cuando la final de Copa ya estaba sentenciada que sentó a cuerno quemado en sus rivales. Incluso en sus compañeros, pues Piqué y Luis Enrique censuraron la actitud de Neymar. Los códigos del deporte, ese entorno difuso que todos parecen saber pero nadie tiene del todo claros.
En cualquier caso que Neymar tenga frivolidades tampoco es excesivamente noticioso. El brasileño sigue la senda de otros como Beckham, siempre proclives a una fotografía que tenga tanto valor para un periódico deportivo como para una revista de cotilleos. En él se suman las fiestas, las cenas, la sobreexplotación de instagram junto con un comportamiento, por lo general, bastante profesional.
La lambreta de la final de Copa sentó mal a sus rivales y fue censurada por Luis Enrique y Piqué
Tuvo unos meses un poco más bajos, justo cuando el Barcelona cogía velocidad de crucero y ensartaba el equipo que camina ahora hacia un triplete. También es cierto que antes, en los meses de invierno, cuando otros sesteaban, Neymar daba la cara. Es imposible estar a tope todos los días de todos los meses.
Su contribución al equipo es evidente, de hecho es el ungido para llevar sobre sus hombros el futuro del Barça. Su convulso fichaje, aún no aclarado, es la apuesta más clara del club azulgrana por los próximos años. Es fútbol y lo que no es fútbol. Neymar es ya, a su edad, uno de los mejores jugadores del mundo. También es, todo sea dicho, la mejor plataforma de marketing del fútbol actual. Lo sabe, él es quien se levanta la camiseta para que se vea la marca del calzoncillo o el que hace el vídeo tras el partido, siempre vestido con la ropa señalada por las empresas que le patrocinan. Es un fenómeno en Brasil y aspira a serlo en el mundo.
Cuentan en el vestuario del Barcelona que Messi le ha acogido bajo su ala. Es una relación curiosa, pues el argentino, tan grande en el campo, no se corresponde fuera con uno de esos líderes carismáticos y lúcidos. En cualquier caso él mejor que nadie entiende lo que es bailar con el éxito, lo que supone ser una estrella mundial y cómo se debe organizar una carrera para ser el mejor. Porque ese, y no otro, es y será el objetivo de Neymar: quiere ser el mejor.
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