En 2008 todo cambió para el Manchester City. Sheikh Mansour, actual Viceprimer ministro de Emiratos Árabes Unidos, compró el club inglés por 150 millones de libras. Tres lustros y 1.500 millones después, la parroquia citizen ha encontrado su Valhalla. La Champions League. Competición de competiciones. Y la tuvo que conseguir bajo el liderazgo de Pep Guardiola, el más grande y resolutivo de todos los entrenadores que guían el panorama futbolístico actual.
Mánchester, al igual que el resto de Inglaterra, siempre tuvo al City como el gran olvidado. Situación que se volteó al entrar el dinero de Arabia, convirtiendo a los inquilinos del Etihad en foco de críticas y calificaciones como "club estado". Pero el dinero no lo es todo en el fútbol, y el City bien lo ha comprobado. Hace falta un proyecto, paciencia y una idea de juego.
Tras varios vaivenes, llegó Guardiola para cambiarlo todo por completo. Hoy, Gündogan elevó al cielo turco la orejona, cerrando el círculo de sufrimiento y expectativas que empezó en la temporada 2016/2017. Ganó el mejor.
Inicio con intensidad y ritmo
Pep Guardiola alineó a su once de gala a excepción de Kyle Walker, que no terminó de recuperarse de sus molestias tras sufrir un golpe en la final de la FA Cup ante el Manchester United. Así, el City salió con defensa de 3, dejando el doble pivote para Stones y Rodri. En la medular, el cuarteto de cuerda habitual para alimentar a Haaland. Simone Inzaghi, por su parte, también apostó por el bloque que mejor le han funcionado en esta Champions League, con Dzeko en lugar de Lukaku.
La primera ocasión del encuentro la tuvo Bernardo Silva con un disparo que buscaba la rosca, pero no terminó de coger portería. Los italianos, lejos de amedrentarse, pusieron intensidad y ritmo en el césped de Estambul. La gran presión del Inter generó dudas en la salida de balón del Manchester City, que se vio obligado a ceder varias posesiones y algún saque de esquina.
Uno de los jugadores más entonados en los primeros compases del encuentro fue Dimarco. El carrilero fue una auténtica pesadilla, anticipándose en la gran mayoría de balones divididos. No terminaba de encontrar el City el espacio entre líneas, teniendo que finiquitar muchas jugadas precipitadamente. El Inter tenía un punto más de intensidad que su rival, que activaba la circulación de balón en campo rival con muy poca velocidad.
Pero ahí estaba Haaland, el gran plus del City en esta temporada 22/23. Un desmarque del noruego en el minuto 26 dio al conjunto de Guardiola la más clara de la primera parte. El disparo en carrera con la pierna izquierda del ariete fue atajado por Onana.
Dos minutos después, Kevin De Bruyne chutó desde fuera del área, pero de forma tímida. Por desgracia, el belga tendría que dejar el terreno de juego a la media hora por molestias musculares. Phil Foden ocupó su lugar. La primera parte murió sin mayores sofocos por parte de ambas escuadras. El Inter cumplía con su guion; el City no.
El City sale a por todas
El paso por vestuarios para el Manchester City tuvo una indicación clara, jugar un fútbol mucho más directo y vertical. El Inter cambió de delantero, Lukaku ocupó el sitio de Dzeko, que, al igual que De Bryune, pidió el cambio. En el minuto 58 gozaron los milanistas de su mejor opción. Una pérdida inexplicable de Akanji dejó a Lautaro solo ante Ederson, que estuvo muy rápido para ocupar el espacio y atajar el disparo.
En mitad del embudo, Akanji, en el minuto 67, ganó metros en una galopada y puso un balón entre defensas para Silva, pero el rechace acabó en las botas de Rodri, que empaló un disparo perfecto que perforó la portería de Onana. El City había conseguido lo más difícil.
Pero este Inter bebe del libreto clásico italiano, resilientes y aguerridos, pero también corajudos y talentosos. Sin perder la calma, apenas tres minutos después, Dimarco tuvo en su cabeza el 1-1. El larguero escupió su testarazo, y Lukaku se interpuso en su segundo remate. Esto iba a ser un final épico.
Foden pudo sentenciar en el 76 en un balón al espacio; Onana pensaba de otra forma. Aunque siempre es difícil cerrar este tipo de encuentros con tanta tensión sobre el campo, el City supo sacar petróleo donde antes encontraba gravilla.
Tuvo Walker unos minutos, al igual que Mkhitaryan. Inzaghi se quedaba sin ventanas para una posible prórroga. La última bala la tuvo Lukaku. Un remate suyo a bocajarro en el 88' no entró de milagro gracias a la providencia y un felino Ederson, provocando la desesperación de la afición interista.
El silbato de Szymon Marciniak decretó el final del partido y el inicio de la historia para el Manchester City. Guardiola tenía su tercera Champions League, la primera desde 2011. Primera también de los ingleses, que por fin miran a los ojos de la medusa prohibida. En el fútbol, como en la vida, todo llega con trabajo y pasión. El futuro es azul.
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