Decía la maravillosa Encarna Paso en Volver a empezar que "solo se envejece cuando no se ama". Esto, aplicado al fútbol, es una ley no escrita que impregna de eternidad a los equipos cuyas hazañas aún resuenan en los anales del deporte balompédico. El nexo de unión entre la Uruguay de Pedro Cea que abrió la veda en aquel primer Mundial de 1930 y la Francia de Kylian Mbappé campeona en 2018 es el mismo: la inmortalidad de sus logros.
España, dueña del mundo entre 2008 y 2012, nunca dejó de amar. Ahora, diez años después de aquellos días de vino y rosas, la roja ya no se enamora nunca más. Derrotados ante Marruecos, los pupilos de Luis Enrique se van del torneo de los torneos con más pena que gloria. La vida es dura, pero cuando no juegas a ganar es difícil lograrlo.
Saltaba España al Education City Stadium con dos sorpresas muy potentes en el once titular. Primero, Marcos Llorente estrenaba titularidad en detrimento de Dani Carvajal en la banda derecha. Álvaro Morata volvía al banquillo y el tridente de ataque quedó en manos del irremplazable Dani Olmo, Marco Asensio y Ferran Torres. El resto, los sospechosos habituales.
Con camiseta y medias celestes, a la selección española le costó bastantes minutos desencapotar la tremenda presión de Marruecos en los primeros compases del encuentro. Pedri y Asensio tenían que bajar a recibir a cincuenta metros del área, esterilizando por completo el libreto ofensivo de la roja. Amrabat no paraba de bascular y ordenar a los jugadores africanos, mientras Boufal, Ziyech y En-Nesyri salían como puñales con cada pérdida de España.
El primer acercamiento llegó en el minuto 10, cuando una falta lanzada por Achraf se marchaba ligeramente por encima de la portería de Unai Simón. A España le faltaba energía, ya que el único futbolista que ganaba algún duelo era Gavi, que desplegó su usual deleite de testosterona. Marruecos pasó al ataque, demostrando que no solo tienen una fortaleza defensiva de primer nivel.
Una primera mitad sin dueño
Las imprecisiones de España moldearon por momentos la posesión de una selección marroquí que, si bien tenía claro qué hacer con el balón en campo rival, saliendo desde atrás hacia aguas. Así vinieron las dos primeras ocasiones de España: un tiro al travesaño de Gavi (anulado por fuera de juego) y un disparo de Asensio al lateral de la red en el minuto 25.
Luis Enrique se desgañitaba en la banda pidiendo a los suyos que buscasen balones a la espalda y dejasen de ser un equipo plano. Atrás, solo Llorente parecía pagar el nerviosismo de la cita. Rodri se mostraba imperial corrigiendo y dando el primer pase en fase de creación en campo marroquí.
Acabó España mejor el primer tiempo, volcando todas las posesiones en la portería de Bono. Pese a la mejoría nacional, puso Boufal dos extraordinarios centros en el minuto 42 que estuvieron cerca de acabar en gol. El argentino Fernando Rapallini señaló el camino a los vestuarios con 0-0 en el marcador.
España despierta tras el descanso
La selección salió mucho más entonada en la segunda mitad, aunque ese ímpetu no se tradujo en ocasiones porque le faltó precisión para concretar en el último tercio del campo. Las pocas intentonas con buen aspecto acababan seccionadas por las constantes faltas de una Marruecos que vivía en el límite del reglamento con la complicidad del colegiado argentino.
En el minuto 62 entraron Carlos Soler y Álvaro Morata por Gavi y Asensio, respectivamente. Cambio difícil de entender el del centrocampista del Barça teniendo en cuenta que el poco peligro y despliegue español llevaba su firma. Boufal también se retiraba para dejar su sitio a Abde.
Se instaló la roja en el tedio pasado el ecuador de la segunda mitad, incapaz de desarbolar la telaraña marroquí. Nico Williams entró por Ferran, que cambió por completo la cara a España en la banda derecha. Claro que tampoco era difícil mejorar al ínclito Torres. Los últimos quince minutos fueron de la selección sin lugar a dudas. Con el bajón físico de Marruecos, al fin llegaron los ansiados espacios.
Leyó bien Walid Regragui la falta de frescura de los suyos con un triple cambio en el minuto 82, amén de la sustitución de Aguerd por lesión en el 84. Murió el partido con tres balones parados de la selección que tuvieron más agonía que peligro. Los cinco de añadido no sirvieron para que España se abonase a la heroica con un gol en las postrimerías del encuentro.
La épica se divorcia de España
Como dos púgiles absolutamente exhaustos, España y Marruecos se pegaron sin fuerza en los treinta minutos extra. La más clara en el callejón sin salida de la prórroga la tuvo Cheddira en el 103 tras un maravilloso pase al hueco de Ounahi. Pero ahí estaba Unai Simón para darle una vida más a España en la ruleta rusa de Rayán. No quería nadie ir a penaltis, pero en este camino a la gloria la agonía es nuestra única musa.
Bono se vistió de héroe en la tanda con tres penaltis parados ante una selección que fue acongojada al punto fatídico. Así es el fútbol. Así es la vida. No merecimos ganar, pero tampoco pasar dos horas delante del televisor sufriendo un calvario tan brutal.