Abrió los brazos, increpado por la muchedumbre, y se dirigió al público. No bajó el pulgar ni lo subió, que habría sido lo suyo. Se limitó a abrir los brazos advirtiendo "a mi qué me decís". El Real Madrid deambulaba por el campo goleado por un Barcelona aseado, en ningún caso exuberante, con Messi en el banquillo. Busquets e Iniesta se bastaron para arrasar la medular blanca y Neymar y Suárez para retratar a la defensa. Enfrente los cromos de Florentino y el engendro de Benítez, sin juego ni fútbol.
Ayer Florentino se plantó ante los medios. Culpó del 0-4 a la prensa que ha desestabilizado al equipo y de los gritos de ¡Florentino, dimisión! a los Ultrasur. Luego mostró un perfil pendenciero advirtiendo que "se acabaron las mentiras sobre el Real Madrid y sobre mi persona". Amenazas encubiertas que esconden la censura que practica (este medio está vetado en el Bernabéu desde hace un año) y que probablemente se multiplicarán en las próximas semanas. Florentino, el mismo que, según cuentan, llama a unas redacciones pidiendo la cabeza de redactores y a otras para puntualizar cómo deben titular su portada o qué vídeos deben mostrar, daba ayer lecciones de ética periodística. Definitivamente, Pérez ha perdido el oremus.
Nadie duda de sus mañas para la gestión financiera. Sin embargo, Florentino es un pésimo gestor de grupos humanos. Ha cargado contra los jugadores, defendiendo a un entrenador que no tiene defensa tras traicionarse a sí mismo, agotando el escaso respeto que le quedaba en un vestuario que no cree en él. Lo decía Ancelotti, "puestos a morir, uno debe hacerlo defendiendo sus principios". Benítez murió con la BBC y James, y sin Casemiro, el jugador referencia en su ideario futbolístico. Perdió el partido y el crédito. Pero Florentino prefiere señalar al vestuario y salvaguardar a Benítez, a quien puede y debe utilizar como escudo en un futuro cercano. Ayer me decía un jugador: "Florito la ha jodido. No se entera de cómo funciona esto. De aquí sólo podemos sacarle nosotros. Y sus voceros no dejan de a echarnos mierda".
La realidad es tozuda: una Liga en siete años y 1.269 millones euros gastados en fichajes. Pero más lo es Florentino, que sigue gobernando el Real Madrid en nombre de la excelencia mientras tararea ese ampuloso himno del centenario en el palco junto a jeques, políticos, jueces y banqueros. Olvida que ha sido con él con quien ha perdido el Real Madrid el cetro del fútbol a manos del Barcelona. Y se rodea de obedientes útiles como José Ángel, Antonio o Eduardo. Y sigue instalado en esa mentira galáctica en la que la prensa y los Ultrasur tenemos la culpa de que el Barcelona arrolle cíclicamente a su constelación de estrellas. Nerón sigue campando por el Bernabéu. Nadie está a salvo de la quema.
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