Siete días atrás comentábamos aquí mismo la diferencia abismal de comportamiento entre las estrellas del fútbol y de otros deportes como el tenis. Ahora ha llegado Neymar para demostrar por la vía de los hechos que los jugadores viven una realidad paralela, diferente a la del resto de deportistas e incluso diríase que del resto de seres humanos. La confusión de algunos futbolistas acerca de los valores más elementales es tan grande que asusta.
Resulta que, como ya saben ustedes, el delantero brasileño del PSG fue expulsado durante un partido porque agredió a otro jugador, el español Álvaro González, que milita en el Olympique de Marsella. Una vez fuera del terreno de juego, el pique entre ambos continuó. Hasta ahí podríamos decir que estamos ante una situación comprensible. Pero después vino el remate: Neymar afirmó en las redes sociales que había agredido a su contrincante "porque es un racista".
Como siempre en una pelea, hay dos versiones, ya que González niega cualquier asomo de racismo en su actitud y, de hecho, contestó al brasileño publicando una fotografía junto a sus compañeros negros del Olympique. Quizás con el tiempo sepamos quién de los dos miente. Desde luego, si puede probarse que el defensa español llamó "mono hijo de puta" a su rival, lo lógico es que sea castigado con toda la severidad posible. Pero eso no es lo más relevante de lo sucedido en las últimas horas. Porque lo increíble es que Neymar justifique su agresión por haber recibido insultos racistas y hasta se lamente de no haber golpeado con más fuerza.
Nadie le ha debido explicar a Neymar que aun en el caso de que González profiriera contra él los vituperios relacionados con el color de su piel golpearle es un error. La violencia, en el campo y fuera de ella, no puede justificarse
Ahí está la confusión. Nadie le ha debido explicar a Neymar que aun en el caso de que González profiriera contra él los vituperios relacionados con el color de su piel golpearle es un error. La violencia, en el campo y fuera de ella, no puede justificarse. Además, el delantero del PSG se muestra casi orgulloso de lo que hizo en lugar de pedir disculpas por su lamentable actuación. "Mi único arrepentimiento es no haber dado en la cara a este imbécil". Y, ya para colmo, afea su presunto comportamiento al rival pidiéndole que admita lo sucedido con otra frase para el recuerdo: "Sé un hombre".
Que Neymar ejerciera la violencia en el campo y que después se lamentase públicamente por no haberla ejercido con más acierto demuestra que algunos futbolistas endiosados carecen de un valor tan preciado como la humildad. Esto no resulta sorprendente ni hará tanto daño como el que ya hace al propio interesado. Que el racismo sigue presente en el fútbol también es una realidad que entronca con esa suerte de patente de corso que tienen los futbolistas y los espectadores para decir cualquier sandez durante los partidos sin consecuencias.
Aunque suene a quimera o a prédica en el desierto, civilizar este deporte sigue siendo un reto que no puede aplazarse y que, gracias a la tecnología, es posible
El racismo es una de las formas más graves de la mala educación que impera en el fútbol. Pero hay otras formas igualmente comunes e igualmente permitidas por los que manejan este cotarro multimillonario. Aunque suene a quimera o a prédica desesperada en el desierto, civilizar este deporte sigue siendo un reto que no puede aplazarse y que, gracias a la tecnología, es posible en gran medida. Ojalá los Tebas y Rubiales de turno se ocupasen de esta labor con tanto esmero como el que dedican a sus cuitas personales.
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