Primero fue la imagen. De la cresta o el pelo liso con mechas en el día de la presentación como azulgrana a los discretos rizos con los que aparece ahora. El Barcelona decidió entrometerse en la estética de Neymar, a la que el jugador le sacaba una jugosa rentabilidad, para imponerle un look menos chillón. Y el brasileño, que ya había cumplido con lo de rendir pleitesía a Messi con insistencia y exageración en sus declaraciones, obedeció también sin rechistar en los asuntos de peluquería.
En suma, que el Barça fichó un jugador para intentar convertirlo en otro. Pero no sólo por fuera. Ahora también trata de cambiarlo por dentro, en algo esencial. Es la forma de jugar de Neymar lo que discute, lo que le afea y trata de corregir. Al menos su entrenador. Lo aireó en alto el viernes: “Hablamos con Ney cuando llegó. Creo que va mejorando respecto a eso, sobre todo el evitar lo que se puede evitar. Tiene una manera de jugar que invita al rival un poco a estas situaciones violentas”.
Es decir, que lejos de proteger a Neymar por la reiteración de faltas y suciedad con la que los adversarios contestan su juego endemoniado, el jefe se pone públicamente del lado de sus agresores. La culpa de las patadas que recibe, viene a decir el Tata, es del propio Neymar, que va provocando. Le faltó decir que juega en minifalda y luego pasa lo que pasa.
La matización posterior de Martino (“lo que tiene que hacer es jugar, recibir, poner la pelota en el piso y seguir jugando”), no limpia su discurso. Porque su consejo puede ser útil dado en la intimidad, algo así como decirle al chico que sea inteligente y no entre en provocaciones, pero tal y como lo pronunció fue un contudente tirón de orejas: encima que les toreas con regates y malabarismos, no te quejes si luego te atizan; y si no te gusta que te peguen, juegas a otra cosa.
Quizás Martino no se explicó bien, pero sus palabras sumergieron en la indefensión a su jugador y animaron al matonismo a sus marcadores. Se vio el sábado. Neymar no se movió de su delicioso juego, con sus fintas y sus arabescos, y cobró de lo lindo por ello. Mbia y compañía le pegaron una y otra vez, con la aquiescencia oral del Tata, pero el brasileño siempre puso la otra mejilla.
El masoquismo azulgrana. Tantos millones de euros después, ya no es sólo que Martino ponga a Neymar al pie de sus agresores. Es que si no gustaba la imagen del chico y no se comulga con su forma de jugar, para qué le ficharon.
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