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Guardiola: en España le crecen los enemigos; en Alemania, las adhesiones

    

Conozco bastante el trabajo futbolístico de Pep Guardiola y tengo el placer de conocerle también -aunque sólo un poquito- personalmente. Por eso me atrevo a escribir que, además de un formidable entrenador, es una persona educada y con una cultura superior a la media del entorno futbolero. No es un ángel, tiene debilidades y comete errores, como todos los humanos. También parece que no le falta autoconfianza; casi podemos decir que está encantado de conocerse, pero es que sin esa característica es imposible destacar en actvidades públicas.

Pep es un poco esclavo de la moda y por eso luce vestuario de dos tallas menos y calzado de dos números más, cual gnomo entallado, pero ni es el único ni parece que seguir esos dictados le perjudique ni personal ni profesionalmente. Y no hay duda de que es catalán e independentista, porque, al contrario que otros personajes del deporte, no elude comprometerse ni en hacerlo público. Y que es suficientemente inteligente como para aprender idiomas con una facilidad inusual entre españoles de cierta edad. Y tan valiente como para embarcarse en un equipo que acaba de ganarlo todo y que emplea un modelo de juego muy diferente al que él ha mamado y usado en Barcelona; un proyecto en el que tiene poco que ganar y muchísimo que perder. Aunque, cuidado, va armado: además de sus condiciones naturales, ha vivido como futbolista el fútbol italiano, mexicano y hasta qatarí… Experiencias no del todo exitosas, pero con poso en su “cursus honorum”.

Con esos atributos, que son los de un triunfador, le fue suficiente para despertar en España un rencor sobresaliente. En un país de envidiosos y amargados –por mucho que presumamos de “marchosos”- nada hay menos perdonado que el éxito, la brillantez. Guardiola, antes, concitaba el resentimiento de los cretinos que no entienden el deporte sin odiar al rival ni la convivencia si no es bajo las normas propias. Madridistas cerriles –también los hay civilizados, por supuesto- y cerriles centralistas eran sus enemigos.

Ahora, al parecer, a raíz de su fichaje en Múnich, se les han sumado los no menos cerriles forofos culés. A Pep en España le crecen los enemigos, los que desean su caída. Por desgracia para ellos, en Alemania le van creciendo las adhesiones. En este diario y en otros más enfocados al mundillo futbolístico profesional he escrito que, a mi parecer, el reto de Guardiola en el Bayern es una de las cuestiones más interesantes del panorama futbolístico mundial. El “gurú” de las formaciones 4-3-3 y 3-4-3 en un equipo que, aún siguiendo la querencia de Jupp Heynckes por la posesión, prefiere manejarse con variantes del 4-2-3-1 y hasta del tan querido en Alemania 3-5-2. Un equipo que prefiere presionar a partir del repliegue intermedio, y no desde el despliegue; “presión media” muy alemana, más que la “presión alta” que gusta a Pep. Un equipo con exteriores y laterales “largos” que gustan del contraataque a través de conducciones y regates, más que a través de combinaciones y uso del “tercer hombre”. Un equipo de marcajes frente a saques rivales, y no “zonal” hasta el extremo que gusta a Guardiola.

Y, encima, un equipo que viene de ganarlo todo. Pep salió de su retiro dorado para jugársela en ese grandioso Bayern. Los resentidos se relamían imaginando su trompada. Han tenido un mes de gozo, cuando oíamos de las injerencias en el trabajo del entrenador catalán y veíamos a su equipo jugar: parecía que intentaban seguir el plan del entrenador, pero iban como trabados, con palos en las ruedas…. Las posesiones largas eran insulsas y como forzadas. La orientación corporal de los jugadores muniqueses no era siempre la debida y finalmente se desprendían en largo del balón, tiraban largos eslaloms o bombeaban al área. Y así ganaban finalmente. El corazón por delante de la cabeza. El Bayern parecía un “Panther” atascado, un híbrido, una biga con cada caballo tirando para un lado opuesto al del su par. Ya no. El Bayern empieza a parecer un equipo flexible, como su propio entrenador. Ya no toca solamente una partitura, la que antes tocaba –espléndidamente, desde luego-, ya empieza a fluir con diferentes planteamientos, según el momento de los partidos.

Igual hasta los que realmente amamos el deporte somos afortunados y podemos asistir –como testigos-  a una brillante tarea de enriquecimiento grupal. Que Pep va a mejorar como entrenador en Alemania ya lo doy por descontado, sea cual sea el final de su aventura.

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