Kylian Mbappé vuelve a ser la noticia del verano. El delantero francés, descontento con su situación deportiva y personal en el PSG, busca una salida inminente. Aunque el destino más probable, a corto y medio plazo, es el Real Madrid, clubes de todo el mundo llevan semanas rompiéndose la sesera tratando de encontrar la fórmula financiera para fichar al ariete.
Ninguna convence a Mbappé, cuyo destino parece sellado al renovado Santiago Bernabéu, pero no por ello han dejado de tentarle desde todos los rincones del planeta. La oferta más llamativa, por no poner un calificativo más histriónico, llegó desde Arabia. La nación petrolífera, tras años de atraer a su liga únicamente a viejas glorias en busca de un braguetazo, ha decidido hacer saltar la banca para traer nombres de primer nivel.
La primera leyenda que desembarcó en el golfo pérsico fue Cristiano Ronaldo. El portugués firmó por el Al-Nassr a razón de 200 millones de dólares por temporada hasta 2025. Una barbaridad que vino a resolver la carrera en declive del gran goleador de siempre. Cifras similares por las que Karim Benzema, actual Balón de Oro, cambió el vestuario del Real Madrid por el del Al-Ittihad.
Al margen de otro buen puñado de futbolistas con solera, desde el Fondo de Inversión Pública (PIF), organismo encargado de dar luz verde a estas operaciones, se buscaba dar un golpe de efecto firmando a una estrella en pleno apogeo, y que decidiera renunciar a los logros deportivos por una cuenta corriente a reventar.
El nombre que pusieron encima de la mesa estaba claro: Kylian Mbappé. Mohamed bin Salman, príncipe heredero y director del PIF, dio 700 millones a la directiva del Al Hilal para intentar acometer el fichaje de Kylian Mbappé. 300 millones irían al PSG en concepto de traspaso, dejando el resto del montante a la ficha que tendría el francés en la disciplina árabe. Aunque desde Arabia querían que Mbappé firmase por dos temporadas, el jugador solo estaba dispuesto a una, quedando libre en 2024, lo que le abriría las puertas del Real Madrid de par en par.
La oferta por Mbappé crispa a los deportistas de élite
Aunque el futbolista ha dicho no a esta suculenta oferta venida de Arabia, cuando se hizo pública desató todo tipo de reacciones entre deportistas de élite del resto de disciplinas. Sentó especialmente mal en la NBA, donde decenas de jugadores empezaron a ironizar y criticar a partes iguales los 700 millones de Mbappé en sus redes sociales.
LeBron James, leyenda del baloncesto, mostró su deseo de que Rich Paul y Maverick Carter, agentes del jugador, llegasen de Arabia con un acuerdo igual de suculento. La realidad que demuestra lo ridícula que puede ser la oferta por Mbappé es que, LeBron, tras veinte temporadas en la élite de la NBA, ha ganado 531 millones de dólares en salarios, muy lejos del montante final que el PIF presentó por Mbappé.
Otros baloncestistas como Giannis Antetokounmpo o Damian Lillard tampoco daban crédito. Mientras el griego se tomaba a broma la posibilidad de asumir la oferta de Mbappé por su gran parecido, el base de los Blazers se mostraba incrédulo. "¿Un año por 776 millones? Pero qué narices...". Vamos a dar una serie de cifras y a realizar comparaciones para poner en contexto qué puede suponer naturalizar este tipo de ofertas.
Stephen Curry, cuatro veces campeón de la NBA, ganador de dos MVP y un MVP de las finales, tras su extensión de contrato con los Warriors ganará su máximo de carrera en la temporada 2025/2026, llegando a los 59 millones. Muy lejos de las cifras de Mbappé, Cristiano y Benzema.
Tom Brady, libra por libra el mejor quarterback que ha visto nunca la NFL, ha ganado en toda su carrera 332 millones. Tiger Woods, sumando las ganancias de su carrera en la PGA, se queda en 157 millones. Novak Djokovic, tenista masculino con más Grand Slam de la historia, acumula un total de 510 millones. El luchador Connor McGregor alcanza, de momento, los 615 millones de dólares. Los salarios de todos los jugadores de los Mets suman 367 millones.
En definitiva, la irrupción de Arabia en el mercado futbolístico ha agrandado más si cabe la brecha entre el balompié y el resto de disciplinas, que ven como jugadores de talla media pueden irse a jugar allí ganando igual o más que estrellas de baloncesto, tenis o lucha.
Una competición desigual que puede acabar con el equilibrio existente, uno que siempre ha guardado especial favoritismo por el fútbol, ya que genera más que ninguno, pero no con unas diferencias tan inalcanzables. Y esto es solo el principio de un desembarco a largo plazo.