Final de película para una carrera de película. O eso pensaron los más de cien millones de espectadores que siguieron la Super Bowl 50, en la que Peyton Manning, uno de los mejores jugadores de siempre, se engarzó el anillo de campeón frisando la cuarentena. A pesar de que el quarterback de los Denver Broncos campeones dijo tras la victoria estar pensando sólo "en la familia y en beber cerveza", la impresión de que presenciamos los últimos instantes de la leyenda viva vestida de corto se antojó inevitable.
Antes de coronar a Manning, el Levi's Stadium californiano fue testigo de un choque algo rácano, en el que no brilló ninguno de los dos actores llamados a ser principales. Al mariscal de campo de los Broncos, a la postre campeón, nadie le recordará su irregular partido, en el que combinó el buen brazo en los momentos calientes con algún error impropio de su figura. A Cam Newton, estrella de los perdedores Carolina Panthers, sólo hubo algo que le devoró más que el propio escenario: la defensa rival.
Al frente de esa manada de lobos que aplastó al descarado Newton, un Von Miller que persiguió durante todo el partido al cerebro de los Panthers como si su jubilación dependiera de ello. A la postre MVP, Miller fue la alegoría de la pesadilla que vivió la ofensiva de sus oponentes, incapaces de detener sus filtraciones y de menguar sus placajes inmisericordes.
En lo tocante a la farándula, Beyoncé fue la protagonista indiscutible del espectáculo del descanso, completando un heterodoxo trío con Bruno Mars y Chris Martin (con y sin su banda). Antes del partido, la interpretación del himno nacional corrió a cargo de una Lady Gaga sorprendentemente academicista.
Con pagos de hasta cinco millones de dólares por cada treinta segundos publicitarios, los anuncios de la cerveza Budweiser, con la actriz Helen Mirren, y del fabricante de automoción Kia, con el actor Christopher Walken, estuvieron entre los más comentados de la noche en la multitudinaria retransmisión televisiva. También el simpático "puppymonkeybaby", de la compañía de bebidas Mountain Dew, se agregó a la fiesta.
Pero nada ni nadie brilló más que el hombre al que todas las cámaras buscaron al final del tiempo reglamentario. Peyton Manning se anota su segunda NFL y completa un palmarés de ensueño, plagado de récords difícilmente repetibles. Nadie había ganado la Super Bowl antes como quarterback titular en dos franquicias diferentes. El verano dirá si todavía queda gasolina en su tanque y, sobre todo, si aún pretende arriesgar su maltrecho cuello. Su propia madre se pronunció tras el partido, aconsejándole el adiós. Es probable que sea el momento de hacerle caso.
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