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Portugal se sobrepone a la lesión de Cristiano Ronaldo y hereda el trono de España en Europa con un gol de Éder

Ronaldo se retiró a los 24 minutos. Gignac y Guerreiro mandaron balones a la madera en el descuento y en la prórroga. 

La historia está escrita a partir de detalles. Como aquel balón que el croata Perisic remató al palo de Rui Patricio, cuyo rechace sirvió para montar un contrgolpe que acabó en el gol que clasificó a Portugal para cuartos. Salió cara. Portugal ha llegado a la final ganando un solo partido. No le hizo falta más. Los empates le ayudaron, los penaltis les sonrieron... Un camino lleno de caras. Por eso Cristiano se aferraba al instinto, a las señales, a los detalles. Las mismas que le dieron la espalda en su Eurocopa en 2004.

De inicio Portugal se atrincheró atrás, dio la pelota a Francia y apostó por minimizar riesgos. Dos equipos diseñados para morder y destruir, más cómodos en los espacios que con el balón en los pies. Los galos, con el mediocampo más físico que se ha visto en el último lustro (Pogba, Matuidi, Sissoko) y un dibujo flexible, trabajaban entre líneas, provocando el pánico de un William Carvalho desbordado en el balcón del área. En ataque la consigna lusa era clara: balones largos a la espalda de la hosca defensa gala, a la que Nani avisó a los cuatro minutos con un disparo alto. El hambre francés contrastaba con la desorienación portuguesa.

Portugal ha conquistado la final ganando un solo partido. No le hizo falta más. La suerte estaba de su parte, los detalles marcaron el camino de esta selección metálica en la Eurocopa con más partidos y menos fútbol de la historia 

Un resbalón de Pepe a los nueves minutos terminó con un pase celestial de Payet, un testarazo sugerente de Griezmann y una estirada salvadora de Rui Patricio. Y entonces ocurrió uno de esos detalles. Un balón dividido al que Payet fue fuerte, tocó la pelota, pero se llevó por delante sin intención la rodilla de apoyo de Cristiano. Entrada dura, fea, nunca violenta. Minutos después Ronaldo lloraba desconsolado en el césped lastrado por el golpe. Pintaba mal. Esta vez salió cruz. El madridista se vendó encomendándose a la épica. Era el partido de su vida y no estaba dispuesto a perdérselo, pero a los 24 minutos se retiraba entre un mar de lágrimas.

Se marchaba Cristiano hundido mientras Santos entregaba los galones a Renato, un joven de 18 años. Portugal comenzó a asociarse más, a repartir la carga de trabajo atrás y la responsabilidad arriba. Ocurre a veces que esas pérdidas indescifrables quitan presión a quienes sufren la baja y comienzan a desplegarse con naturalidad. El shock impactó más al partido que a Portugal. Francia se había desenchufado, impactada quizás por las lágrimas de Cristiano. Santos ordenó a su gente, el mediocampo se replegó alrededor de William Carvalho y Quaresma se disfrazó de nueve falso enganchando Nani. La coyuntura negativa se había convertido en una coartada perfecta para emboscar al equipo. El todo terreno portugués se convertía en tanque. ¡A las armas!

En medio del caos emergió la insospechada figura de Sissoko, esplendoroso en el despliege, brillante en la lectura del juego y hasta afilado en el área. Pasaban los minutos y Adrien Silva y Joao Mario comenzaban a sumar atrás, helenizando a Portugal. Griezmann ya no encontraba espacios entre líneas, la pelota duraba más en los pies lusos y el voluntarismo portugués ganaba peso teñido de épica camino del descanso. Portugal había crecido.

Del descanso salió Francia poderosa, aplastando a los lusos en su área. Pero sin fútbol, porque en su medular de percusionistas el único violinista, Payet, estaba asfixiado. Al punto que en el minuto 57 Deschamps colocó al extremo Coman en lugar del talentoso jugador del West Ham. Portugal estaba cómodo, salía desde atrás tocando y se estiraba por los carriles, pero sin relevancia en el área rival. A la hora de partido, atascados por un duelo espeso, Coman sacó un centro que Griezmann madrugó a la defensa y su cabezazo salió lamiendo el gol. Francia trataba de acelerar las pulsaciones de la final ante un adversario mezquino con el balón en los pies.

Los galos apostaban por la verticalidad, los espacios, la rapidez. Portugal olía a balón parado, a empate, a penaltis... El partido era digno de esta Eurocopa. Un suplicio indigesto sin fútbol, con una ausencia total de talento y dos entrenadores timoratos y especuladores. En esas idas y venidas la tuvo Giroud, un 9 con una alarmante falta de gol que ha despejado el debate del 9 en Francia, si lo había: Benzema es indiscutible.

Deschamps no se atrevió a ir a ganar el partido para no perderlo, mientras Portugal se aferraba a un empate agónico. Tenía más físico, pero le sobraba percusión y le faltaban violinistas 

A falta de un cuarto de hora los técnicos cambiaron el tablero, especialmente Santos. El luso sao có un ariete y retiró a Renato, planteando centros al área con Nani y Quaresma en banda y Eder de boya. La primera ocasión, con el nuevo planteamiento terminó con un centro-chut de Nani y una chilena de Quaresma, salvadas ambas por Lloris. Sissoko respondió con un zapatazo sacado por Rui Patricio. Partido abierto en los postres, fiel retrato de esta Eurocopa pírrica. En el descuento Gignac realizó una maniobra de esas que Giroud ni sueña. Recibió de espaldas, amagó el disparo al girarse, se sacudió al Pepe sentándolo y abrochó el chut al palo. Se libraba Portugal. Otro detalle, como aquel de Perisic. Ahí murió el partido.

La prórroga fue el no puedo contra el no quiero. Sin concesiones. Se multiplicaban las tarjetas, no se pisaba el área. El partido iba cuesta abajo hacia los penaltis y Francia acariciaba el título. Con más fútbol y más físico. Pero Deschamps no se atrevió a ir a ganar el partido para no perderlo, mientras Portugal se aferraba a un empate agónico. Un córner rematado por Eder acochinó aún más a los galos en su banquillo y a Francia en su trivote. No puedes perder algo que no tienes ganado y Francia nunca tuvo ganado el título. Las dudas francesas contrastaban con el convencimiento luso. Prietas las filas. Guerreiro mandó un balón al larguero en una mano al borde del área que no lo era. Esperaban todos a Quaresma, pero fue el lateral quien sacó la comba tensa que se topó con el travesaño galo.

Y entonces el fútbol demostró que tiene memoria. Como en 2004, un delantero hosco, entonces fue Charisteas ahora Eder, marcó un gol épico. Recogió un balón al borde del área, protegió con el cuerpo ante el central, se giró, se quitó de encima a Koscielny y atornilló el balón a la cepa del poste el balón. Gol y diez minutos por delante. Francia tenía que rescatar el título y Portugal se aferraba al recuerdo de Grecia. Goteaban los segundos ante la ansiedad local y la impaciencia visitante.

Portugal es campeona. Por su instinto de supervivencia, por su fe y por los detalles. Por aquel palo de Perisic que acabó en gol de Quaresma, por el poste de Gignac en el descuento de la final, quizás por la lesión de Cristiano que dio la oportunidad al goleador Eder. Por lo que sea, los dioses del fútbol han decidido devolver a Portugal lo que le quitaron en 2004. Entonces Grecia sumó más ganas que fútbol. Fernando Santos sucede a Otto Rehhagel y Portugal recoge el testigo de los helenos. Portugal es campeona de la Eurocopa con más partidos y menos fútbol de la historia.

FRANCIA: Lloris, Sagna, Koscielny, Umtiti, Evra, Matuidi, Pogba, Sissoko (Martial 108'), Payet (Coman 57'), Griezmann y Giroud (Gignac 77').
PORTUGAL: Rui Patricio, Cédric, Pepe, Fonte, Guerreiro, Renato Sanches (Eder 77'), William Carvalho, Adrien Silva (Mouitnho 66'), Mario, Nani y Cristiano Ronaldo (Quaresma 24').
ÁRBITRO: Clattenburg, de Inglaterra. Amonestó a Cedric, Joao Mario, Umtiti, Guerreiro, Matuidi, William Carvalho, Pogba.
GOL: 0-1 (108') Eder

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